De aquella experiencia de niño con bicicleta de hombre, me quedó la afición de andar en bicicleta que no he abandonado nunca hasta que mi pierna se agusanó y dijo basta.
Antes los pantalones con los que se vestían por la mañana para echar la hierba a las vacas y con los que luego iban a arar o a por un saco de verde, eran los mismos con los que los hombres montaban en bicicleta y se manchaban de grasa de la cadena si no tenían a mano algo con que sujetarlos. Ahora para montar en bicicleta la gente se disfraza con una indumentaria ad hoc y las pinzas elásticas para recoger los pantalones han quedado en desuso. Hace cincuenta años, el calcetín o unas simples pinzas de la ropa surtían el mismo efecto que la indumentaria tan compleja que usan los ciclistas actuales para algo tan intrascendente como andar en bicicleta.
A pesar de mis antecedentes de ciclista autodidacta, fui poco consecuente y cada uno de mis hijos varones tuvo su propia bici cross Orbea acorde con su tamaño. Seguro que si hubieran vivido la experiencia de descolgarse a un costado y a otro de mi bici de hombre, la bicicleta habría tenido un lugar importante en sus vidas. Les resultó todo tan sencillo, que nunca les he visto montar en bici a partir de los catorce años. Si hubieran sido niños descoyuntados como yo, seguramente hoy andarían cada fin de semana arrimando su bicicleta a la cuneta para evitar ser embestidos por los coches que lo inundan todo.
(Seguramente, las cosas sucedieron casi tal como las recuerdo. De las sensaciones no tengo duda.)
http://lembranzas. wordpress. com/2013/10/18/la-bicicletona/
Antes los pantalones con los que se vestían por la mañana para echar la hierba a las vacas y con los que luego iban a arar o a por un saco de verde, eran los mismos con los que los hombres montaban en bicicleta y se manchaban de grasa de la cadena si no tenían a mano algo con que sujetarlos. Ahora para montar en bicicleta la gente se disfraza con una indumentaria ad hoc y las pinzas elásticas para recoger los pantalones han quedado en desuso. Hace cincuenta años, el calcetín o unas simples pinzas de la ropa surtían el mismo efecto que la indumentaria tan compleja que usan los ciclistas actuales para algo tan intrascendente como andar en bicicleta.
A pesar de mis antecedentes de ciclista autodidacta, fui poco consecuente y cada uno de mis hijos varones tuvo su propia bici cross Orbea acorde con su tamaño. Seguro que si hubieran vivido la experiencia de descolgarse a un costado y a otro de mi bici de hombre, la bicicleta habría tenido un lugar importante en sus vidas. Les resultó todo tan sencillo, que nunca les he visto montar en bici a partir de los catorce años. Si hubieran sido niños descoyuntados como yo, seguramente hoy andarían cada fin de semana arrimando su bicicleta a la cuneta para evitar ser embestidos por los coches que lo inundan todo.
(Seguramente, las cosas sucedieron casi tal como las recuerdo. De las sensaciones no tengo duda.)
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