“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo“. Bueno, bueno con la importancia que se le da al prójimo. Si tu no tienes para comer, que te zurzan, pero que no se te ocurra robar una pera a tu prójimo. Perfecto. No se me ocurre mejor mensaje para que los desheredados no se alboroten. Otra vez el molino y la sardina, que siempre son de los intérpretes y de los que mandan.
El cuarto mandamiento es “Honrar padre y madre” o literalmente (Éxodo 20:12) “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh tu DIOS te da“, lo he dejado para el final porque ese era el argumento del comienzo, antes de distraerme con el Éxodo y desbarrar como lo he hecho en los últimos párrafos (el papel digital sigue aguantándolo todo, como lo hacía el de celulosa). No se me ocurre por qué Astete simplifica el enunciado de Moisés, como no sea por pensar que a un tío de Cuenca o de León como yo no le va a asustar mucho no vivir una larga vida en un desierto que jamás pisará si no honra a sus padres. Ósea que bien recortado queda, pensaría Astete, si a cambio se presiona a los hijos para el besamanos a sus padres y el odioso usted. Y a fuer de lo que yo vi en casa de mis abuelos, lo consiguieron.
Ahora que casi no hay intérpretes y los que hay se mueren de viejos o gozan de poco predicamento por su empeño en defender cosas tan rancias que se ocupan mucho de Dios y poco de las personas, ni los hijos nos besan las manos ni nos tratan de usted. O no te tienen en cuenta o, si te pasas un pelo, te citan en el juzgado. Hemos abandonado la visita semanal de adoctrinamiento a la Iglesia, apenas hay catequesis y los jefes de los intérpretes solo juegan la baza política de exigir la clase de Religión en las escuelas. Pero son tan cómodos, que las clases las dan gente corriente que incluso pueden no ir a Misa o estar divorciados y que, desde luego, no tienen la autoridad ni la convicción ni el boato con que entonces nos adoctrinaban. Perdida la influencia de los intérpretes, se ha ido al garete aquel respeto extremo hacía los padres que incluso anulaba las voluntades de los hijos.
Tanta dejadez de los intérpretes ha contribuido a que las cosas vayan a peor. A los niños no hay quien les chiste, en vez de al becerro de oro ahora se rinde pleitesía al lingote de oro en todas sus variantes y las leyes del dios Mercado priman sobre las de Moisés, haciendo que nuestro Valle de Lágrimas sea cada vez más profundo. Casi desaparecidos los intérpretes del dios de Moisés, empiezan a controlarlo todo los encaramados en la cima del monte City. En tiempo de Abraham, Isaac estuvo a punto de sucumbir. Ahora seremos millones los que caeremos por las leyes del nuevo dios, que los nuevos intérpretes con corbata, elegidos por nosotros mismos (¿seremos imbéciles?), publican cada semana en el BOE, y no habrá ángel que nos valga. La sardina y el molino han cambiando de mano con el agravante de que ahora ni siquiera se habla de caridad y justicia social, solo del valor añadido para el accionista. Habrá que bajarles del monte pronto, pues ya no hay maná que nos alivie.
(Seguramente, las cosas sucedieron casi tal como las recuerdo. De las sensaciones no tengo duda.)
http://lembranzas. wordpress. com/2013/10/25/el-cuarto-manda miento/
El cuarto mandamiento es “Honrar padre y madre” o literalmente (Éxodo 20:12) “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh tu DIOS te da“, lo he dejado para el final porque ese era el argumento del comienzo, antes de distraerme con el Éxodo y desbarrar como lo he hecho en los últimos párrafos (el papel digital sigue aguantándolo todo, como lo hacía el de celulosa). No se me ocurre por qué Astete simplifica el enunciado de Moisés, como no sea por pensar que a un tío de Cuenca o de León como yo no le va a asustar mucho no vivir una larga vida en un desierto que jamás pisará si no honra a sus padres. Ósea que bien recortado queda, pensaría Astete, si a cambio se presiona a los hijos para el besamanos a sus padres y el odioso usted. Y a fuer de lo que yo vi en casa de mis abuelos, lo consiguieron.
Ahora que casi no hay intérpretes y los que hay se mueren de viejos o gozan de poco predicamento por su empeño en defender cosas tan rancias que se ocupan mucho de Dios y poco de las personas, ni los hijos nos besan las manos ni nos tratan de usted. O no te tienen en cuenta o, si te pasas un pelo, te citan en el juzgado. Hemos abandonado la visita semanal de adoctrinamiento a la Iglesia, apenas hay catequesis y los jefes de los intérpretes solo juegan la baza política de exigir la clase de Religión en las escuelas. Pero son tan cómodos, que las clases las dan gente corriente que incluso pueden no ir a Misa o estar divorciados y que, desde luego, no tienen la autoridad ni la convicción ni el boato con que entonces nos adoctrinaban. Perdida la influencia de los intérpretes, se ha ido al garete aquel respeto extremo hacía los padres que incluso anulaba las voluntades de los hijos.
Tanta dejadez de los intérpretes ha contribuido a que las cosas vayan a peor. A los niños no hay quien les chiste, en vez de al becerro de oro ahora se rinde pleitesía al lingote de oro en todas sus variantes y las leyes del dios Mercado priman sobre las de Moisés, haciendo que nuestro Valle de Lágrimas sea cada vez más profundo. Casi desaparecidos los intérpretes del dios de Moisés, empiezan a controlarlo todo los encaramados en la cima del monte City. En tiempo de Abraham, Isaac estuvo a punto de sucumbir. Ahora seremos millones los que caeremos por las leyes del nuevo dios, que los nuevos intérpretes con corbata, elegidos por nosotros mismos (¿seremos imbéciles?), publican cada semana en el BOE, y no habrá ángel que nos valga. La sardina y el molino han cambiando de mano con el agravante de que ahora ni siquiera se habla de caridad y justicia social, solo del valor añadido para el accionista. Habrá que bajarles del monte pronto, pues ya no hay maná que nos alivie.
(Seguramente, las cosas sucedieron casi tal como las recuerdo. De las sensaciones no tengo duda.)
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