REPARTO DE LAS "BOLLAS"
Nada se sabe sobre la costumbre de repartir "bollas", -panes bendecidos- en la tarde de la festividad de San Roque. Es probable que la costumbre sea tan antigua como la existencia misma de la Cofradía. Es normal que ante cualquier dificultad, enfermedad o peligro, los buenos devotos de San Roque, tras una fervorosa oración al Santo y al que su. novena suplicaban, "librainos de peste y males, Roque Santo, peregrino", se concluyese tal oración comiendo al mismo tiempo un trozo de aquel pan bendito que, por ser de centeno, resistía mejor el deterioro, hasta que al año siguiente se les entregase otro recién sacado del horno.
Reunidos en la plaza de la Señogal (sub-nogal) cofrades, familias enteras y por supuesto toda la chiquillería de los contornos, el Sr. Mayordomo iniciaba el acto con un rito multisecular. Con anterioridad se había adecuado uno de los portales de las viviendas que tienen acceso a la plaza. Antes de comenzar el reparto del apetecido pan, convenía recordar a todos aquellos que en un día formaron parte de la Cofradía, tristemente separados de los allí presentes. Bajo un silencio sepulcral, el Mayordomo pedía para ellos una oración, valiéndose siempre del mismo ritual:
"Por las mesmas, Kyrie-eleison, Christe-eleison, Kyrie-eleison. Pater noster".
Era imposible observar cómo de los labios de todos los concurrentes brotaba una oración en voz baja, rota únicamente por el correr de una acequia de agua, que precisamente ese día debía atravesar longitudinalmente el pueblo, a fin de regar las huertas de la parte baja del mismo.
Y ese "Pater noster" se repetía una y mil veces, con desesperación de los chiquillos, deseosos de terminar cuanto antes para que, bien provistos de tres o cuatro bollas, unas porque les correspondían por derecho y otras por alargar excesivamente la mano hasta las cestas que las contenían, todos pudiesen salir corriendo, generalmente hasta el Pozo de Nadar, a fin de que refrescados con las aguas heladas del río, pudiesen dar cuenta de dos panecillos al menos.
A partir de 1936, la Cofradía decayó mucho, casi hasta el punto de desaparecer. Resultaba muy penoso hacerse cargo de las bollas, siempre confeccionadas en hornos caseros. Lo mismo ocurría a la hora de entregar cuentas, no por influjo de la maldad, sino de la necesidad,
A partir del año 1957, gracias a la juventud emprendedora, la Cofradía ha resurgido con tal fuerza que la entidad tiene un esplendor que antes nunca había conocido.
Los Mayordomos que han dirigido la Cofradía de 1957 a 1994, por orden cronológico son: Justiniano Alvarez, Aniceto Calzada, Alicia Rubio, José Luis Cienfuegos, Arsenio Bodes y Floripes Fernández.
Para este año de 1994 cuenta con:
271 cofrades en Posada de Omaña, 98 en Torrecillo, 140 en Vegapujín, 32 en Barrio de la Puente, 17 en Riello, 17 en Tremor de Arriba.
La cuota anual de cada cofrade asciende a 50 ptas., y el remanente de años anteriores tiene en su haber 135.649 ptas.
Nada se sabe sobre la costumbre de repartir "bollas", -panes bendecidos- en la tarde de la festividad de San Roque. Es probable que la costumbre sea tan antigua como la existencia misma de la Cofradía. Es normal que ante cualquier dificultad, enfermedad o peligro, los buenos devotos de San Roque, tras una fervorosa oración al Santo y al que su. novena suplicaban, "librainos de peste y males, Roque Santo, peregrino", se concluyese tal oración comiendo al mismo tiempo un trozo de aquel pan bendito que, por ser de centeno, resistía mejor el deterioro, hasta que al año siguiente se les entregase otro recién sacado del horno.
Reunidos en la plaza de la Señogal (sub-nogal) cofrades, familias enteras y por supuesto toda la chiquillería de los contornos, el Sr. Mayordomo iniciaba el acto con un rito multisecular. Con anterioridad se había adecuado uno de los portales de las viviendas que tienen acceso a la plaza. Antes de comenzar el reparto del apetecido pan, convenía recordar a todos aquellos que en un día formaron parte de la Cofradía, tristemente separados de los allí presentes. Bajo un silencio sepulcral, el Mayordomo pedía para ellos una oración, valiéndose siempre del mismo ritual:
"Por las mesmas, Kyrie-eleison, Christe-eleison, Kyrie-eleison. Pater noster".
Era imposible observar cómo de los labios de todos los concurrentes brotaba una oración en voz baja, rota únicamente por el correr de una acequia de agua, que precisamente ese día debía atravesar longitudinalmente el pueblo, a fin de regar las huertas de la parte baja del mismo.
Y ese "Pater noster" se repetía una y mil veces, con desesperación de los chiquillos, deseosos de terminar cuanto antes para que, bien provistos de tres o cuatro bollas, unas porque les correspondían por derecho y otras por alargar excesivamente la mano hasta las cestas que las contenían, todos pudiesen salir corriendo, generalmente hasta el Pozo de Nadar, a fin de que refrescados con las aguas heladas del río, pudiesen dar cuenta de dos panecillos al menos.
A partir de 1936, la Cofradía decayó mucho, casi hasta el punto de desaparecer. Resultaba muy penoso hacerse cargo de las bollas, siempre confeccionadas en hornos caseros. Lo mismo ocurría a la hora de entregar cuentas, no por influjo de la maldad, sino de la necesidad,
A partir del año 1957, gracias a la juventud emprendedora, la Cofradía ha resurgido con tal fuerza que la entidad tiene un esplendor que antes nunca había conocido.
Los Mayordomos que han dirigido la Cofradía de 1957 a 1994, por orden cronológico son: Justiniano Alvarez, Aniceto Calzada, Alicia Rubio, José Luis Cienfuegos, Arsenio Bodes y Floripes Fernández.
Para este año de 1994 cuenta con:
271 cofrades en Posada de Omaña, 98 en Torrecillo, 140 en Vegapujín, 32 en Barrio de la Puente, 17 en Riello, 17 en Tremor de Arriba.
La cuota anual de cada cofrade asciende a 50 ptas., y el remanente de años anteriores tiene en su haber 135.649 ptas.
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