Abajo, en morros que avanzan sobre el río, están los tesos y los sultesos, y está nuestra gran ocasión excavadora, más movida de amor y curiosidad que de ciencia: es el Castro de las Muelas, o, como allí se dice, Las Muelas del Castro. Un poblado mínimo, amurallado por las laderas que dan al viejo camino y al pincho arroyuelo de Las Galianas, en las laderas de Cueto Nidio. Por arriba, el castrillón, con su cabeza gruesa y ovalada y su largo espigón, todo ello construido de lajas bien remetidas y compuestas, que era una defensa artificial del castro sobre el vado por donde subía el camino que desde Rioscuro venía. Al lado del castrillón, los hornos aún vivos en los troncos de roble calcinados, y no lejos, las chozas redondas y los molinos de mano, donde las gentes del castro molían bellota para calmar el hombre voraz; y fíbulas y cerámicas con imbrices, y ganchos y agujas de hierro... Estos restos, todo lo que allí encontramos, quedó en el Ayuntamiento de Villablino Eran como juguetes de una época sin crónica ni calendas, que de nuevo venían a jugar entre las manos inquietas y asombradas de Víctor de la Serna cuando hacia su viaje foramontano por el "Valle de la Libertad".
Más castros en Laciana. No olvidemos el de Villaseca, cuyas peñas, resquebrajadas por el aquel de las minas que horadan el monte, tuvieron que ser amarradas con fortísimos cinchos de hierro, como otro Prometeo encadenado, para evitar que el castro, con todo su mito, se derrumbara sobre una parte del pueblo, sobre la iglesia y sobre la carretera.
Por el lado de los Rabanales quedan el Castro Nuevo y el Castro Viejo; el primero partido graciosamente en dos por una hondonada llamada el Cavén, y allí una ermita a la Virgen de Guadalupe. Muy cerca, en Llamas, las Coronas de Tardepanes. En Caboalles de Abajo, La Cruz del Castro y más arriba los Prados del Castro, cerca de la Braña de Valdepila. Y todavía otros, muy atrincherados, por las cercanías del Puerto de Leitariegos.
Pero ésta que hemos seguido para llegar a Babia y Laciana no es la única ruta castreña. La otra está en el Valle del Sil. Bajemos ahora desde Laciana, camino del Bierzo y, enseguida, sobre Cuevas del Sil, se nos mostrará la Mata del Otero. Más abajo un castro fuerte, que se llama simplemente así, el Castro, con sus "campos atrincherados", cerca de Toreno, villa famosa, con mucho que ver en la historia y su rollo de jurisdicción — ¿concejil, señorial?—, y muy metidos ya en otra jurisdicción, la del Valle de Finolledo. Un castro más en San Andrés de Montejos, y otro más, hito que cierra esta breve evocación, en Columbrianos. De ellos nos dejó datos curiosos Gómez Moreno.
Más castros en Laciana. No olvidemos el de Villaseca, cuyas peñas, resquebrajadas por el aquel de las minas que horadan el monte, tuvieron que ser amarradas con fortísimos cinchos de hierro, como otro Prometeo encadenado, para evitar que el castro, con todo su mito, se derrumbara sobre una parte del pueblo, sobre la iglesia y sobre la carretera.
Por el lado de los Rabanales quedan el Castro Nuevo y el Castro Viejo; el primero partido graciosamente en dos por una hondonada llamada el Cavén, y allí una ermita a la Virgen de Guadalupe. Muy cerca, en Llamas, las Coronas de Tardepanes. En Caboalles de Abajo, La Cruz del Castro y más arriba los Prados del Castro, cerca de la Braña de Valdepila. Y todavía otros, muy atrincherados, por las cercanías del Puerto de Leitariegos.
Pero ésta que hemos seguido para llegar a Babia y Laciana no es la única ruta castreña. La otra está en el Valle del Sil. Bajemos ahora desde Laciana, camino del Bierzo y, enseguida, sobre Cuevas del Sil, se nos mostrará la Mata del Otero. Más abajo un castro fuerte, que se llama simplemente así, el Castro, con sus "campos atrincherados", cerca de Toreno, villa famosa, con mucho que ver en la historia y su rollo de jurisdicción — ¿concejil, señorial?—, y muy metidos ya en otra jurisdicción, la del Valle de Finolledo. Un castro más en San Andrés de Montejos, y otro más, hito que cierra esta breve evocación, en Columbrianos. De ellos nos dejó datos curiosos Gómez Moreno.
Recorri en mi niñez alguno de estos lugares y sin saber su significado, siempre me llamaron la atencion esos muros cubiertos, esos hundimientos y los logares privilegiados donde estaban.
Cuéntame más cosas Tirso
En Manzaneda tenemos el Castro de las Barquenas, pero no conozco estudios sobre el, y yo no lo se interpretar.