Eres
faro en los revueltos mares,
medicina en el lecho de agonia,
luna en las
noches de tiniebla fria,
norte de nuestra vida en los azares.
Jamás se oyó decir que a tus
altares
acudiese algún hijo, Madre mía,
que no haya visto al punto en alegría
convertidos su llanto y sus pesares.