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MANZANEDA DE OMAÑA: Jolín, María, menudo dramón...

LA FIESTA

Llegó por fin San Pelayo día de solemne fiesta, y se adornaron las calles con flores y con banderas; y fue un día de entusiasmo y de mucha concurrencia. Y hubo alegría en el pueblo y gran función en la Iglesia, mucho lujo en los vestidos y mayor lujo en las mesas. Después gran juego de bolos y baile de castañuelas, en que los mozos y mozas hacen graciosas piruetas; al compas de las canciones y al son de las panderetas. Suelen las mozas del pueblo cantar ellas las primeras, y luego invitan galantes a las mozas forasteras. Ya se estaba resolviendo que cantaran las de fuera, cuando vieron que llegaba la familia de Gabriela. Después de unos cuchicheos, dos jóvenes muy apuestas se acercaron a la moza y con palabras discretas la saludaron diciendo: ¡querida que tarde llegas! Tienes que tocar un rato, un baile aunque no mas sea, cantando aquellas canciones con que alegrabas las fiestas. Como una nube en verano cuando amenaza tormenta o como infausto recuerdo de infortunios y tristezas tal fueron esas palabras para la moza Gabriela. Se le nublaron los ojos, suspiró con honda pena, y con rubor en el rostro se disculpó con prudencia. Poco después en el pueblo recordando aquella escena, decían que la tal moza era digna de clemencia, y que si tuvo sus faltas debían compadecerla, pues era cosa sabida que había hecho una promesa, de dar ejemplo constante de piedad y penitencia. Y consta que fue piadosa y muy asidua a la Iglesia, confesando y comulgando en las principales fiestas, que rezaba por el campo y lloraba con frecuencia, dejando grata memoria a la gente de la aldea. Pero vivió pocos años la tan famosa Gabriela pues Dios le dio mejor vida después de un vida austera. Cuando recibió el viático, estando ya muy enferma, pidió perdón de sus faltas y de todas sus flaquezas, haciendo derramar lágrimas a toda la concurrencia. Y murió muy resignada, llevando solo una pena, y era dejar aquel niño sin padre sin sobre la tierra.

Jolín, María, menudo dramón...