EL VALLE
Deja pues éste Castillo y la fácil carretera; toma el trillado camino que desvía a las derecha y pasa por Santibáñez en dirección a la sierra. Sigue del estrecho valle la caprichosa ladera y hallaras un pueblecito a cosa de media legua. Y mientras vas caminando si es verano ó primavera vete despacio viajero, mira, repara y contempla la belleza de éste suelo aunque pobre te parezca, repara bien la hermosura de ésta apacible ribera, el verdor de los ejidos, las flores que los rodean, el agua pura que corre entre las puras arenas, el aroma que despiden las aromáticas yerbas, los pajarillos que cantan a porfía en la arboleda, el aire que se respira que da aliento y viveza, la ente que es cariñosa, amable, sencilla y buena.
Sigue viajero conmigo la simpática vereda, que se dirige al pueblecito del cual estamos ya cerca. He de contarte mil cosas al llegar a la frontera donde acaba Santibáñez y el otro pueblo comienza. Pero déjame que te hable el lenguaje de mi tierra, aunque tenga que explicarte las palabras que no entiendas. Ya se acerca el vallecito que divide a estas laderas, aquí comienzan los campos cuya vista me enajena, porque son campos del pueblo donde vi la luz primera, porque traen a mi alma recuerdos de mil escenas, alegrías infantiles, esperanzas lisonjera, risas, gritos, alborozos, ruidos, canciones y fiestas, juegos, faenas de niños, entusiasmos y proezas, que pasaron como un sueño y hoy mi mente lo recuerda. Valdemolín es la raya el otro valle es Piqueras, el que sigue, la cuesta y Cruz del Sarañán y el pueblo ¡bendito sea!
Deja pues éste Castillo y la fácil carretera; toma el trillado camino que desvía a las derecha y pasa por Santibáñez en dirección a la sierra. Sigue del estrecho valle la caprichosa ladera y hallaras un pueblecito a cosa de media legua. Y mientras vas caminando si es verano ó primavera vete despacio viajero, mira, repara y contempla la belleza de éste suelo aunque pobre te parezca, repara bien la hermosura de ésta apacible ribera, el verdor de los ejidos, las flores que los rodean, el agua pura que corre entre las puras arenas, el aroma que despiden las aromáticas yerbas, los pajarillos que cantan a porfía en la arboleda, el aire que se respira que da aliento y viveza, la ente que es cariñosa, amable, sencilla y buena.
Sigue viajero conmigo la simpática vereda, que se dirige al pueblecito del cual estamos ya cerca. He de contarte mil cosas al llegar a la frontera donde acaba Santibáñez y el otro pueblo comienza. Pero déjame que te hable el lenguaje de mi tierra, aunque tenga que explicarte las palabras que no entiendas. Ya se acerca el vallecito que divide a estas laderas, aquí comienzan los campos cuya vista me enajena, porque son campos del pueblo donde vi la luz primera, porque traen a mi alma recuerdos de mil escenas, alegrías infantiles, esperanzas lisonjera, risas, gritos, alborozos, ruidos, canciones y fiestas, juegos, faenas de niños, entusiasmos y proezas, que pasaron como un sueño y hoy mi mente lo recuerda. Valdemolín es la raya el otro valle es Piqueras, el que sigue, la cuesta y Cruz del Sarañán y el pueblo ¡bendito sea!
Gracias Maria, no veas como disfrutamos con estos relatos, yo recuerdo algún retazo, pero poco. Sigue escribiendo, pues nos gustan un montón y nos alegran el alma.