Al derramar tu voz su mansedumbre
de miel bocal, y al puro bamboleo,
en mis terrestres manos el deseo
sus rosas pone al fuego de
costumbre.
Exasperado llego hasta la cumbre
de tu pecho de isla, y lo rodeo
de un ambicioso
mar y un pataleo
de exasperados pétalos de lumbre.
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