FOLLOSO: Por encima del camino de las Peñas de Arriba que había...

Por encima del camino de las Peñas de Arriba que había sido esculpido por los azadones en las hacenderas comunitarias, por las ruedas de hierro de los carros de Folloso y los animales de otros pueblos que en la otoñada desfilaban hacia la feria del Castillo para ser cambiados por unas perras para el sustento durante el ínvieno. Al abrigo de las paredes de Los Huertos que en otras épocas habían sido vivienda y ahora sólo mostraban las piedras libremente asentadas y las rendijas dejadas por el barro conector que ahora servían de escondrijo de lagartijas y para anidar alguna ferrerina, este rapacín jugaba a reproducir las faenas que veía hacer a los mayores. Siguiendo el camino y dejando a la izquierda otro caserón que también fue vivienda, debajo de un barranco de la tierra de Perico el del Convento, en el mismo camino, durante unos meses del año, brotaba de un manantial, una pequña corriente de agua que conducida por el lado izquierdo del camino llegaba frente al gran nogal de delante de mi casa y allí, cambiando de lado del camino, se precipitaba desde las peñas en una breve cascada y después de remansear en una pequeña poza, discurría, decantada y cantarina, por una pequeña presa, atravesando por debajo de la gran porra del nogal y se perdía calle abajo. Yo subía al encuentro de la pequeña corriente de agua con una azada pequeña, desgastada por el suo de los años y haciendo una gran "torca" con piedras, tierra, barro y todos los materiales que mis pequñas manitas podían. Hacía un "puerto", un desvío del cauce natural. Antes había cavado una presa por entre peñas para llevar el agua a la linar que, con mucho esfuerzo, había construido al lado de la pared de Los Huertos. Alguna vez, quise hacer correr el agua cuesta arriba, y ella misma me buscaba camino y dirección y dando un rodeo o dibujando un gran meandro llegábamos a destino. Era muy poca la que llegaba, casi siempre, ni gota. Cuando no se sumía en el trayecto, sin poder explicarme cómo, otras se reventaba el puerto en origen del desvío o la voz de mi mamá sonaba dulce para ir a por las vacas o a echar el agua a tal prao o a llevar la merienda a mi padre o el: " ven a tomar un huevo batido con leche".
Una mañana, en la cocina vieja, apareció, por lo menos para mi fue la primera vez que lo había visto en casa, un revolver de dos cañones. Era grande, con dos perrillos. Uno de ellos se podía echar para atrás y apretando uno de los gatillos se desenganchaba y hacía: ¡Clac!. Uno de los cañones estaba muy "ferruñoso" y mostraba un agujero. Era un revolver muy antiguo. Mi madre me dijo que era del abuelo de mi abuelo Pacho. Me perdí en el tiempo y no fui capaz de imaginarme ni a mi abuelo, ni al abuelo de mi abuelo.
Aquel pistolón lo arrastraba a todas partes y de vez en cuando hacía sonar el ¡clac!.
Un día que fui a mi linar en la que había sembrado, creo recordar que patatas, aunque no se correspondiera con la época del año, ni que decir tiene que tampoco la siembra era real. Aunque en el cuartobajo había un gran muelo de ellas sobre paja, tenían su destino asignado: de simiente, para almuerzo y cena de la mayor parte de los días del año, para la tortilla y fritas que me encantaban y para el cocido de los gochos que nos proporconaban el samartino. No iba aquel rapacín a sembrar patatas de verdad, si haciendo los "sucos" con un palo, unas piedras bien seleccionadas podían hacer las veces de patatas. Había ido a mi linar con mi pistolón y por entre peñas quedó mientra jugaba. Acabada la labor, busqué mi compañero de ¡clac! y busqué y rebusqué y volví a repetir las acciones que había hecho desde que salí de casa. No vi a nadie. Mi revolver de dos cañones del abuelo de mi abuelo Pacho se lo tragó la tierra.
Muchos años después, en los Encantes, me llamó la atención un revolver de dos cañones, muy antiguo, con dos perrillos y un cañón oradado. Inquieto, casi nervioso, lo empuñé. Hice que el perrillo retrocediera, no se aguantó. Ansioso, lo intenté con el otro. Se quedó. Apreté el gatillo. El deseado ¡clac! me dijo que no tenía nada que ver con mi abuelo Pacho.

Un abrazo.


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