FOLLOSO: Hola Peña,...

Siempre me he quedado con las ganas de comprobar la eficiencia de las cerillas para otro menester que no fuese encender el fuego, procurarme mi dosis de nicotina cuando era dependiente de ella o como sistema de alumbrado en alguna situación de necesidad de visión aunque me costara alguna yema aburada por su rápida combustión.

Hennig Brand, como otros muchos alquimistas, en la búsqueda de la piedre filosofal, estaba convencido que de la orina humana podía extraerse oro. En su búsqueda reunió cincuenta cubos del amarillo líquido y después de destilarlo, extrajo una pasta que no era oro, pero brillaba y tenía una propiedad fabulosa: se incendiaba muy fácilmente. Se le llamó fósforo (portador de luz) y se empezó a vende a precios desorbitados.

A mediados del siglo XXVII un sueco encontró una vía más práctica de sintetizar el fósforo y construyó un imperio fabricando cerillas.

Cuando de rapacín me quejaba a mi padre de que tal perro me había mordido los "carcañales" o que había tenido que correr para que no me mordiese, o que no quería ir a echar el agua a tal prado porque tenía que pasr por delante de casa de fulano y tengo miedo al perro... Mi padre siempre relativizaba el asunto y buscaba la manera de que yo me sintiera fuerte. Desde enseñarme a rodear o a buscar los atajos cuando se podía, hasta darme las armas para defenderme de los sabuesos. Dicen que no hay mejor "pina" que la de la misma madera y él me decía que lo mejor es ir con tu propio perro. El del vecino se entretendrá, bien en olfatearle el culo o en ladrarle o en perseguirlo y mientra eso pasa, tú ya estás libre y puedes superar el tramo de camino o el trago depasar
por al lado de aquel perro. Otra manera, me decía, es llevar un mendrugo de pan y tirarselo un poco lejos, no mucho. Lo olfateará y se entretendrá en roerlo y tendrás el paso franco e integra tu fisiología. El único incoveniente de este sistema, me decía, es: " que quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro". Y por último me explicaba con paciencia y dándole mucha trascendencia a la explicación, me decía a modo de recapitulación que si no dan resultado: el rodeo, el atajo, la añagaza de tu propio perro o el " cortezo" duro de pan, entonces tienes que tomar una determinación irreversible. "Si se acaba el perro, se acaba la rabia". Y así de aquella manera tan drástica y tan didáctica, me ponia en situación de acabar con los perros que me daban miedo. Para llevar a témino tal operación y no ser dscubierto, tenía que darle al perro objeto de exterminio, "pan con cerillas".

Ni que decir tiene que nunca he sabido si la receta da resultado, aunque también ha sido verbalizada por mi a mis retoños en su tierna edad que siempre hubo algún momento de temor a algún can y hoy suele ser, en alguna ocasión, motivo de broma de las ocurrencias de su progenitor.

Y en esas madrugadas que el perro del vecino, ladra y llora y se queja y hace "ajagüeiros" y a ti no te deja conciliar el sueño y te provoca insomnio, en más de una ocasión he pensado: ¡TE VOY A DAR PAN CON CERILLAS!

Un abrazo.

Hola Peña,

No me extraña que tuvieras miedo a algunos perros de la Lomba, porque
algunos parece que eran descendientes directos del cancerbero o de los
lobos de la zona. Mi madre tiene una cicatriz bastante grande en el
muslo de una mordedura de perro y a mi abuela también la atacó un
perro al menos en una ocasión (tendré que poner la anécdota en Rosales
:-). Yo también me acuerdo de un perro que tenían mis tíos Visita y
Albino, que parecía que te podría arrancar la cabeza de un mordisco...

Nunca había oído lo del pan con cerillas. Yo hacía cohetes con las
cerillas - se cogían cinco, se juntaban las cabezas y se envolvían con
papel de aluminio. Cuatro de las cerillas hacían de soportes (las de
cera funcionaban mejor, porque se les podia dar forma) y la quinta de
mecha. Cuando prendía el fósforo, se ponía el cohete en órbita:-)

Ana