El primer recuerdo del que tengo conciencia sobre el "Mar", fue en boca de Isabel, madre de Licín e hija de Rogelio a quién yo ya no conocí. Isabel vivía en la casa siguiente a la mía, peñas abajo, separadas por una era en la que plantaban la fejina, ella, y sus hermanos Angel y Blas. Una vez, delante de su casa, justo donde el agua del pozo de arriba, después de discurrir por la cimera del prao La Cuesta, caía a la calle y allí había labrado una hoquedad en la peña, y siempre había agua y siempre se reonovaba cada vez que se regaba. Isabel aprovechaba para lavar algún trapín en aquella poza, ahorrándose la caminata hasta la Fuente al pozo de lavar. Allí al lado de la poza, mezclado con el ruído del agua al caer, oí por primera vez lo de "brazo de Mar", barco, Argentina, Blas y Vigo. Isabel le explicaba a mi madre que iba o había ido a buscar a su hermano Blas que venía o había venido de las Américas. Lo de mar si me imaginaba lo que era, pero lo de brazo de mar me hizo darle muchas vueltas y no resolví el misterio hasta bastantes años después.
Blas había emigrado a Argentina como lo habían hecho otros y lo siguen haciendo hoy, otros muchos. Casi siempre en busca de mejores condiciones de vida o huyendo de las condiciones a que te somete el medio donde naciste.
Blas marchó mozo y regresó con su mujer y su hija y su "plata", y su manera de hablar, con su "che" y sus historias de Buenos Aires y de "haigas", de pesos, de Perón, de Evita... Llegó y supongo que no notaría ningún cambio en la manera de hacer y vivir de cuando él había marchado. Las labores segían siendo las mismas y las herramientas también. Empezó por hacerse casa nueva de piedra. De la cantera que utilizó, subiendo por el camino de la Collada para Rosales a la altura de las tierras del Aguilón, a mano derecha, recuerdo oír los estruendos de la dinamita y ver después alguna piedra oradada por la piqueta para introducir los cartuchos de dinamita.
Recuerdo la burra gris, casi blanca, La Pucha, y el macho que era muy desobediente. Recuerdo historias de Fangio y de cómo Blas corría con él por la calle Corrientes y cómo casi se fue al río de la Plata, y del cementerio de la Recoleta y de la Biela, dónde iba a tomar café con Fangio. Fangio," boludo", Pampa, Patagonia, tinglado, Boca, River, tira, fueron palabras de mi bocavulario desde muy temprana edad, aunque de muchas no sabía su significado o qué representaban.
Hace unos cuantos años tuve la suerte de visitar Argentina y revivir por boca de Blas aproximaciones a la realidad. Supongo que hubiese sido muy diferente sin lecturas, sin imágenes, es decir sin bagaje cultural, solamente con la información oral de Blas, con su imaginación y la mía y el tiempo transcurrido desde las historias de Blas en cualquier poyo o al lado de cualquier cancillón de cualquier prao y la visita a la realidad física de la Argentina. Pero, por información o por recuerdos de Blas, la verdad es que lo tuve muy presente en la inmensidad de la Paragonia, cuando el viento arreciaba, yo me acordaba de Blas y lo veía como yo lo conocí, con aquella gorra de visera de espiguilla y lo veía corriendo detrás de ella dejando su calva al descubierto y jurando contra el viento. Se me volvió a presentar en la Pampa en aquella Estancia disfrutando del asado, el chorizo y el bife, después de una galopada (que no había vuelto a hacer desde los tiempos de Folloso) por aquellla inmensidad que se ajustaba a lo dicho por Blas. Pero dónde realmente lo vi fue en el Barrio de la Recoleta, frente al cementerio museo, en la cafetería de la Biela, plena de recuerdos, volantes, coches miniatura de Fangio. Allí se respiraba el espiritu de Fangio, pero para mi Fangio equivalía a Blas, el de mi pueblo, con su pucha, su macho y su visera gris de espiguilla.
Un abrazo.
Blas había emigrado a Argentina como lo habían hecho otros y lo siguen haciendo hoy, otros muchos. Casi siempre en busca de mejores condiciones de vida o huyendo de las condiciones a que te somete el medio donde naciste.
Blas marchó mozo y regresó con su mujer y su hija y su "plata", y su manera de hablar, con su "che" y sus historias de Buenos Aires y de "haigas", de pesos, de Perón, de Evita... Llegó y supongo que no notaría ningún cambio en la manera de hacer y vivir de cuando él había marchado. Las labores segían siendo las mismas y las herramientas también. Empezó por hacerse casa nueva de piedra. De la cantera que utilizó, subiendo por el camino de la Collada para Rosales a la altura de las tierras del Aguilón, a mano derecha, recuerdo oír los estruendos de la dinamita y ver después alguna piedra oradada por la piqueta para introducir los cartuchos de dinamita.
Recuerdo la burra gris, casi blanca, La Pucha, y el macho que era muy desobediente. Recuerdo historias de Fangio y de cómo Blas corría con él por la calle Corrientes y cómo casi se fue al río de la Plata, y del cementerio de la Recoleta y de la Biela, dónde iba a tomar café con Fangio. Fangio," boludo", Pampa, Patagonia, tinglado, Boca, River, tira, fueron palabras de mi bocavulario desde muy temprana edad, aunque de muchas no sabía su significado o qué representaban.
Hace unos cuantos años tuve la suerte de visitar Argentina y revivir por boca de Blas aproximaciones a la realidad. Supongo que hubiese sido muy diferente sin lecturas, sin imágenes, es decir sin bagaje cultural, solamente con la información oral de Blas, con su imaginación y la mía y el tiempo transcurrido desde las historias de Blas en cualquier poyo o al lado de cualquier cancillón de cualquier prao y la visita a la realidad física de la Argentina. Pero, por información o por recuerdos de Blas, la verdad es que lo tuve muy presente en la inmensidad de la Paragonia, cuando el viento arreciaba, yo me acordaba de Blas y lo veía como yo lo conocí, con aquella gorra de visera de espiguilla y lo veía corriendo detrás de ella dejando su calva al descubierto y jurando contra el viento. Se me volvió a presentar en la Pampa en aquella Estancia disfrutando del asado, el chorizo y el bife, después de una galopada (que no había vuelto a hacer desde los tiempos de Folloso) por aquellla inmensidad que se ajustaba a lo dicho por Blas. Pero dónde realmente lo vi fue en el Barrio de la Recoleta, frente al cementerio museo, en la cafetería de la Biela, plena de recuerdos, volantes, coches miniatura de Fangio. Allí se respiraba el espiritu de Fangio, pero para mi Fangio equivalía a Blas, el de mi pueblo, con su pucha, su macho y su visera gris de espiguilla.
Un abrazo.
Peña, que suerte tenerte en este foro!
Todos tus relatos son preciosos, unos mas tristes, otros mas alegres, pero ninguno nos deja indiferentes. Cada vez que entro en el foro me pregunto que es lo que nos vas a relatar. No te canses de contarnos tus recuerdos.
Un abrazo
Todos tus relatos son preciosos, unos mas tristes, otros mas alegres, pero ninguno nos deja indiferentes. Cada vez que entro en el foro me pregunto que es lo que nos vas a relatar. No te canses de contarnos tus recuerdos.
Un abrazo
