FOLLOSO: En mi casa me solían decir: " si tienes miedo compra...

En mi casa me solían decir: " si tienes miedo compra un perro". Perrín ya tenía y muy listo y valiente, pero el miedo es algo ancestral y necesario que cada uno sabe el que ha tenido o tiene. No me vale aquello de que "cada uno tiene el que quiere", no es más que un tópico más.

Yo tenía miedo a la oscuridad, a las sombras que la luz del candil o del farol proyectaba en las paredes, a a noche, al lobo, a la lejanía, al abandono, a lo desconocido y a lo sobrenatural... Miedo tenía, aunque también lo utilizaba como disculpa para no hacer alguna cosa que me encargaban los mayores que en mi casa eran todos y por tanto todos tenían el privilegio de "mandar" sobre este pobre miedosillo.

No recuerdo muy bien como debió empezar el reto, pero me imagino que mi hermano, con el afán de estimularme, y que creciese en todos los sentidos, en algún momento que yo confesé miedo a algo o que me negué a hacer algún "mandao" poniendo como disculpa el miedo, seguro que me dijo, "eres un cagón". Yo no soy cagón. " Te voy a poner una prueba que demuestre que no tienes miedo". A ver, ¿cual?. "Tienes que ir hasta el cementerio una vez anochecido y clavar una estaca a la puerta para demostrar que llegaste hasta allí". Con el "! machao" hicimos una estaca de roble. Era un palo recto, delgado, sin nudos y con la parte más delgada "aguzada" para que se pudiese clavar fácilmente.

El sol se fue detrás del Cueto. La noche llegó y se encendió el cielo de estrellas, sólo en el desierto he visto el cielo más encendido que en mi querido Folloso. El reto comenzaba. Debajo del nogal me paseaba para un lado y para otro, la estaquica en la mano, la mirada en la lejanía, donde como gigantes negros, se adivinaban la Llastra y los Camparones, el oído lleno de los ladridos de los perros y el sonido metálico de alguna azada haciendo una "torca" para cambiar el agua en algún prao. Como los atletas, después de la concentración, estaba listo y con mi estaca, comencé a correr suavemente por el camino de La Fuente. El aire prendido en los negrillos de la fuente de los Guindales me daa en la cara y me sacaba el pelo de la frente. Al llegar al Alto de la Fuente, donde el camino desciende muy suavemente al mismo tiempo que gira levemente hacia la izquierda, se perdieron las luces y aparecieron los murmullos de las fuentes. Atravesé corriendo acompañado por los cantos suaves y monótonos del agua. Los fui dejando atrás casi imperceptibles y enpecé a ascender por el camino de las Llamas de la Iglesia. La respiración era casi jadeante, el paso mermó y la carrera se convirtió en un paso rápido. La respiración bajó de ritmo, pero el corazón seguía acelerado. Ya estaba en el límite de las Llamas con el "felechal" que rodeaba el Cementerio por la parte sur.

Había sido la Iglesia, y así se le conocía, como La Iglesia Vieja. Ya sólo se conservaban las cuatro paredes de una planta rectangular con crucero sencillo formado por dos capillas con bóvedas de piedra de medio punto formando los brazos de la cruz, orientada de oeste a este. La pared oeste, era la más alta y en ella anidaba un aguilucho fiel cada año. Las tierras por la parte norte, dada la inclinación del terreno, te daban acceso a sentarte en la pared que los vecinos habían colocado "llábanas" y comtemplar el interior, al mismo tiempo que las piedras de la bóveda norte colocadas en vertical. Si no había habido entierro reciente, se obsevaban muchas ortigas, algunos lirios, algunas siemprevivas y las consabidas malvas, dos o tres cruces de hierro y una lápida. Destacando, por encima de las rotas paredes, un cerezal de cerezas menudas que en tiempo de cerezas, primero te daba un poco de repelús, pero que siempre acavabas subiendo a él y cortabas un "ramo" y comías. La puerta daba al sur.

Y en aquel sur estaba yo con mi estaca en la mano, a punto de demostrar que no tenía miedo, y no era un cagón. Estaba a la puerta del cementerio, de noche. El corazón seguía muy revuelto, el paso se acortaba, ya estaba casi a la puerta, mi pensamiento me dijo: ¡ya!. Intenté clavar la estaca; la poca fuerza, el poco tiempo para apretar, y la rapidez con que di la vuelta y apreté a correr, la estaca no se clavó, pero allí quedó como testigo en horizontal, como testigo de que había estado allí, a la puerta del cementerio, de noche.

La carrera de vuelta fue fuerte y contínua, sin cambio de ritmo, de record. Cuando llegué al cobijo del nogal, mi hermano me dijo, " ¡es imposible que hayas llegado a la puerta del cementerio!". Vete a ver la estaca. Clavada no está porque el terreno está muy duro, pero está a la puerta del cementerio.
Un abrazo
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Peña fuiste valiente. Siempre he tenido panico de los cementerios. Mi madre me decía, que de los difuntos no había que tener miedo. Aún hoy día cuando voy al pueblo ese miedo no se me ha quitado y nunca voy sola al cementerio.
Precioso el relato, yo tambien les tengo panico a los cementerios siempre digo que yo i viva ni muerta quiero ir para ellos.
Voy a contar una anecdota que dicen paso en Garueña:
Un día cuando la tarde llegaba a su fin y el sol queria esconder su luz detras de la primera montaña. Las vacas volvian para casa con sus panzas llenas de rica hierba otoñal, de los prados del rio. Antes de asomar a Garueña a mano derecha se encuentra el pequeño cementerio con sus cruzes de hierro y por aquel entonces con ... (ver texto completo)