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EL CASTILLO: En el alto castillo, la serena...

En el alto castillo, la serena
tarde ponía su misterioso brillo
y la rosada carne del ladrillo
se tornaba de luz sobre la almena.

El silencio contigo; la voz plena
del suave mar, abajo, y el sencillo
juguetear del claro vientecillo
con mi trémula mano en tu melena.

Los árboles oscuros al Poniente
rumoreaban plácidas canciones.
El tiempo se dormía, abandonado.

Y bajaba la noche, indiferente,
con un prodigio de constelaciones
sobre mi corazón enamorado.

José María Souvirón