Bonita foto, Tirso. Entre tanto verde omañés da gusto adentrarse por la rodera y dejar posarse la mirada en el espino vestido con su tul nupcial.
En Folloso le llamábamos espino "mayolar", seguramente porque tenía unos pinchos mucho más largos que el otro espino, el de las rosas blancas o de color rosa y nunca mejor dicho por ser la flor de los rosales primigenios de nuestras tierras.
Nosotros, los espinos "mayolares", los utilizábamos para cerrar los "portilleros" de los praos para que las vacas continuaran en él a la hora de ir a buscarlas.
La punta del aguijón de las terminaciones de las ramas eran muy finas y si te pinchabas, rompía el aguijón y quedaba dentro y profundo y era bastante doloroso. Se solían sacar con una aguja de coser, abriendo las carnes hasta la localización de la punta negra que se divisava a través de la carne del dedín espinado.
Como era tan doloroso el espinarte con el rejón del espino "mayolar", corrían leyendas que afirmaban, que cerca de las raíces dormían el letargo del invierno, sacaberas, sierpes, y toda la ralea de sabandijos y algo de su veneno subía por los conductos del espino hasta sus extremos y por eso eran tan dolorosas sus punzadas.
Un abrazo.
En Folloso le llamábamos espino "mayolar", seguramente porque tenía unos pinchos mucho más largos que el otro espino, el de las rosas blancas o de color rosa y nunca mejor dicho por ser la flor de los rosales primigenios de nuestras tierras.
Nosotros, los espinos "mayolares", los utilizábamos para cerrar los "portilleros" de los praos para que las vacas continuaran en él a la hora de ir a buscarlas.
La punta del aguijón de las terminaciones de las ramas eran muy finas y si te pinchabas, rompía el aguijón y quedaba dentro y profundo y era bastante doloroso. Se solían sacar con una aguja de coser, abriendo las carnes hasta la localización de la punta negra que se divisava a través de la carne del dedín espinado.
Como era tan doloroso el espinarte con el rejón del espino "mayolar", corrían leyendas que afirmaban, que cerca de las raíces dormían el letargo del invierno, sacaberas, sierpes, y toda la ralea de sabandijos y algo de su veneno subía por los conductos del espino hasta sus extremos y por eso eran tan dolorosas sus punzadas.
Un abrazo.
