ARDON: LEIDO EN ALGUN SITIO DE LA RED:...

¡Hola, a todos!
Cuando el 28-XI-2.014 comenté algo sobre la medalla de plata concedida a los vinos de la Cueva del Mayorazgo el 19 de mayo de 1.877, os mostré mi intención de hablar acerca de dicha cueva, dando información sobre su descripción antigua; repetí mi compromiso de hacerlo cuando colgué una fotografía de su ventano hundido el 28-XI-2.015. Dicha información la trasladé al foro el 2-VII-2.016, incluyendo un plano hecho a ojo, en el cual se muestra la actual posesión de la cueva, repartida entre tres propietarios.
Ampliando ahora algo más dicha información os diré que Miguel González Marcos, cuyos vinos fueron premiados en la fecha arriba indicada, fue el último que disfrutó de toda la cueva, pues -a su muerte- la misma se repartió entre tres de sus hijos (tengo constancia de que tuvo por lo menos cuatro) de la forma siguiente: La parte occidental, la coloreada de rojo en el plano, pasó a Anacleto Celedonio González Vega, el mayor de los hijos varones de Miguel; la parte intermedia, la coloreada de azul en dicho plano, fue para Gregoria Antonia González Vega (de ésta quizá comente algo más cualquier día, pues, dados los cambios político-legislativos que se produjeron en España en el quinquenio de 1.869 a 1.874, tuvo que casarse dos veces con el mismo hombre, Claudio Alonso Álvarez, para hacer efectiva la validez civil de su matrimonio) tercera entre los hijos del citado Miguel y abuela de Maurilio, el padre de Maxi; y la parte más occidental, la coloreada de verde en el repetido plano, fue para Gregorio González Vega, el hijo más pequeño de Miguel y, a su vez, padre de "los Miguelines" y abuelo de Elena, Candelas...
Este último tramo se corresponde con la cueva que linda por oriente con la Cueva del Mayorazgo, en la descripción que de ésta última se hace en el apeo llevado a cabo en los años 1.774-75; allí se dice que era de Bernardo Pellitero, padre éste del primer llamado al disfrute de la hacienda del vínculo, D. Manuel Pellitero Vallejo, y no forma parte de los bienes vinculados, aunque se abra un pasillo de comunicación entre las dos cuevas y se haga uso conjunto de las mismas por los sucesores titulares del Mayorazgo hasta el momento del reparto.
Aparte de lo anterior, "A orilla del Esla", puedo aclararte las dudas que expresas en tu comunicado del día 22-VII-2.016 diciéndote que sí, que hace ya muchos años, más de sesenta, que la misma tenía la entrada caída.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

Un paisano de sabino ordás: Muchas inexactitudes existen en el mensaje anterior, tu que sueles estar bien informado, tengo la impresión que en esta ocasión te has dejado llevar por el “boca a boca” que pocas veces es el reflejo de la verdad.
Las correcciones que voy a hacer se corresponden con la verdad escrita en documentos de la época. Miguel González Marcos tuvo al menos ocho hijos, Anacleto Celedonio González Vega hacia el número cuatro en la línea sucesoria, (por cierto, abuelo de Rosalía), Gregoria Antonia González Vega era la sesta.
Para no extenderme demasiado te diré que Miguel González Marcos y su mujer Ángela Vega Martínez, hicieron juntos ante notario, testamento y nada tiene que ver con lo que expresas en tu mensaje, también te diré que el tal Miguel era el abuelo del tantas veces nombrado: Félix.
Lamento contradecirte pero si no lo hiciera estaría contribuyendo al “boca a boca” carente de toda exactitud. Saludos

¡Hola, "desde Madrid"!
Mi agradecimiento por la atención que veo me sigues prestando y por la respuesta que insertas.
Permíteme ahora que te diga que mis inexactitudes no se deben al "boca a boca", dado que -las personas de las cuales hablo- no son conocidas por mis interlocutores del verano; la razón de las inexactitudes está en la falta de información documentada completa por mi parte, respecto de la que parece ser dispones tú: yo hablo de cuatro hijos (de los que tengo datos documentales) mientras que tú dices que fueron al menos ocho los hijos de Miguel y Ángela.
Esta falta de datos me llevó a interpretar que Anacleto Celedonio fuera el hijo varón mayor del matrimonio (lo que -según tú- no es así) y que Gregoria era la tercera entre los hijos de dicho matrimonio (según tú la sexta): Pido disculpas por mi ingenuidad y os prometo que, de ahora en adelante, pondré siempre la coletilla: "Según la información de que dispongo..."
A este respecto, convencido de que a nuestros paisanos les interesan estas historias y dado que yo no puedo dar información más amplia mientras que tú sí, te entrego el testigo: toma el relevo.
Perdona que vuelva a insistir, pero ya en ocasión anterior me dijiste que hablo fiándome de lo que me dice la gente y, consecuentemente, cometo errores; en aquella ocasión te pedí que salieras al paso de los mismos y los corrigieras: no lo hiciste. Permíteme que te insista en que así lo hagas, a fin de que quienes nos lean disfruten de la verdad auténtica y completa, pues de no ser así todo puede quedar en un entredicho sin mayor fundamento y que conduce al error.
Como ejemplo de corrección: "Martín Jabares estuvo casado, allá por el año de 1770 con Bernarda Vallejo Álvarez y no con una tía de ésta llamada Bernarda Álvarez de la Puerta (Lib. Inst.- Fol 3).
Finalmente, sigo teniendo interés en saber si Antonio Pérez Álvarez era hijo de Bernarda Álvarez de la Puerta y es posible quer tú puedas darme información al respecto. ¿Sería mucho pedirte que releas tus anotaciones por si sonara la flauta? Si así fuera te lo agradecería.
Un cordial saludo.
Un paisano de Sabino Ordás.

LEIDO EN ALGUN SITIO DE LA RED:
El retorno del misterioso exiliado Sabino Ordás.
Mateo Díez, Aparicio y Merino recuperan los artículos del viejo profesor.
MADRID.- En 1977, en una España flamantemente democrática, pero todavía no constitucional, en la que ya no existía el sindicato vertical, pero sí, como el resto de un naufragio, su órgano de expresión, precisamente en aquel diario, el Pueblo, empezaron a publicarse las colaboraciones de un profesor español, Sabino Ordás, que había pasado la cuarentena franquista en el exilio.
Sabino Ordás compartía con otros miembros del exilio intelectual los mojones biográficos: la beca de la Junta para Ampliación de Estudios, el activismo cultural en la Residencia de Estudiantes y, en fin, la dramática salida de España en 1939, con una herida de clara estirpe cervantina (tenía perdido el juego del brazo izquierdo). Sin embargo, el nombre de Sabino Ordás no le sonaba aquí a casi nadie. Ni siquiera aparecía en los minuciosos volúmenes sobre El exilio español de 1939 que por entonces estaba publicando José Luis Abellán.
La explicación era sencilla. Sabino Ordás era una creación literaria de jóvenes escritores que entonces hacían sus primeras armas: Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino, quienes seguían el consejo machadiano de inventar al maestro que, en una situación de orfandad intelectual, no se encontraba.
Los artículos de don Sabino aportaban una visión crítica de ¨ la España Transicionante ¨ y la proposición de una nueva narrativa que debería superar tanto el realismo social como el experimentalismo pretencioso.
Más de 20 años después de la aparición de los artículos en el suplemento que dirigía Dámaso Santos en Pueblo, y más de 15 desde su primera recopilación en libro, los textos de Sabino Ordás reaparecen en Las cenizas del Fénix (Calambur). El paso del tiempo les ha añadido un valor literario, narrativo, según coincidieron ayer los tres padres de la criatura.
El libro crea un personaje con los elementos ambiguos y sutiles de su personalidad, y se puede leer como una novela ¨, dijo Luis Mateo Díez, mientras que Juan Pedro Aparicio confesó que para ellos se convirtió en un ¨ interlocutor real ¨.
En la idea de crear a Sabino Ordás hay un homenaje a Max Aub, del que nadie hablaba entonces ¨, señaló José María Merino. No sólo Ordás era un transterrado como aquél, sino que de los varios retratos del personaje que se ofrecen en el libro (realizados casi todos por José Belmonte, el suegro de Aparicio), uno se atribuye a Jusep Torres Campalans, apócrifo de Max Aub.

El caso es que la creación del maestro añorado- milagros de la literatura- llevó a los tres jóvenes a encontrar al maestro real, Ricardo Gullón, quien, desde el primer momento entró en el juego con entusiasmo.
Angel Vivas
El Mundo