Pues es verdad, me enamoré de mis árboles frutales, de sus olorosas flores que visito en primavera y me llenan de alegría por la vida. De vez en cuando voy a verlos y sus flores atraen mariposas que también los visitan en toda su hermosura. Las abejas componen a su alrededor un bonito concierto primaveral, ¡Cuánta magia hay en mis árboles en primavera! Y la fiesta no acaba ahí, si logran sobrevivir a la primavera, porque entonces, llegan los frutos, que no suelo despreciar aunque tenga que disputárselos a los pájaros. Se pirrian por las cerezas, y al final, nos las repartimos. De junio hasta octubre, e incluso noviembre, siempre hay de todo en mis huertos, cerezas, ciruelas, manzanas, almendras, nueces, avellanas... Si el año se da bien, porque si se da mal, tan sólo las probamos. Tan sólo había nueces al venir aquí, y pronto pensamos en poner árboles. Es curioso que siempre queda alguna fruta, por mal que se dé el año, bien porque es más tardía, o porque fue resistente a la helada.
Pero los pájaros sólo se comen las cerezas. Aquí, en Tardajos, me han dicho que son avaros a más no poder, no dejan ni las flores de las alubias en algunas zonas. Y a mí, los pájaros, en Tardajos respetan hasta mis uvas. Debe ser por las torres de alta tensión, porque les acostumbramos a que van al huerto y hay alguna malla que les ahuyenta, pero respetan la fruta, en general. Tengo que hacer la prueba de poner un cerezo, a ver si se comportan como los pájaros de Rabé, que no dejan una si no estuviera alerta.
A mí los árboles me dan mucha libertad, hasta mis hortalizas que no paro de recoger. De esta manera no tengo que rendir cuentas a nadie, y puedo hablar y escribir hasta de las cuentas y de los cuentos que me venga en gana contar. Además, mientras conservo mis frutas y verduras sigo pensando y agradeciendo a la madre naturaleza que haya puesto tantas riquezas a mi alcance; sobre todo que me haga dado el don de la reflexión y la palabra, tan beneficioso, en nuestros días.
Pero los pájaros sólo se comen las cerezas. Aquí, en Tardajos, me han dicho que son avaros a más no poder, no dejan ni las flores de las alubias en algunas zonas. Y a mí, los pájaros, en Tardajos respetan hasta mis uvas. Debe ser por las torres de alta tensión, porque les acostumbramos a que van al huerto y hay alguna malla que les ahuyenta, pero respetan la fruta, en general. Tengo que hacer la prueba de poner un cerezo, a ver si se comportan como los pájaros de Rabé, que no dejan una si no estuviera alerta.
A mí los árboles me dan mucha libertad, hasta mis hortalizas que no paro de recoger. De esta manera no tengo que rendir cuentas a nadie, y puedo hablar y escribir hasta de las cuentas y de los cuentos que me venga en gana contar. Además, mientras conservo mis frutas y verduras sigo pensando y agradeciendo a la madre naturaleza que haya puesto tantas riquezas a mi alcance; sobre todo que me haga dado el don de la reflexión y la palabra, tan beneficioso, en nuestros días.