SONETOS A JOSÉ
A José
I
Escuché ayer al son de la campana
una parada inesperada y lenta;
un toque fúnebre que representa
la sesgada pregunta en la mañana.
Una incógnita envuelta en filigrana
entre latido y latido alimenta
sospechas de zozobra en la tormenta
y presagios de una muerte temprana.
¿Por quién redobla el bronce de la torre?
Más tarde me dijeron, buen amigo,
eterno recadero de esta villa,
cómo anida la tristeza, y recorre
el sendero de la vida consigo,
golpeando sin piedad en la gavilla.
II
Fue José, el mensajero, la avecilla.
¡En las puertas dejaste tantas cartas!
¡Palomilla, que en pos de leña ensartas,
día a día, los palos en tu silla!
Grano a grano recoges la semilla;
llenas de amor y de amistad mil pancartas.
Corres veloz, y al viento cierzo apartas
en trance final, roja la mejilla.
Fiel vecino, mejor padre, gran esposo;
y de tus amistades, buen amigo.
Baño de lágrimas en tu memoria
que por tantos años vividos, gloso
sonetos de recuerdos, y mitigo
dolor y pena por José en la gloria.
C. García
A José
I
Escuché ayer al son de la campana
una parada inesperada y lenta;
un toque fúnebre que representa
la sesgada pregunta en la mañana.
Una incógnita envuelta en filigrana
entre latido y latido alimenta
sospechas de zozobra en la tormenta
y presagios de una muerte temprana.
¿Por quién redobla el bronce de la torre?
Más tarde me dijeron, buen amigo,
eterno recadero de esta villa,
cómo anida la tristeza, y recorre
el sendero de la vida consigo,
golpeando sin piedad en la gavilla.
II
Fue José, el mensajero, la avecilla.
¡En las puertas dejaste tantas cartas!
¡Palomilla, que en pos de leña ensartas,
día a día, los palos en tu silla!
Grano a grano recoges la semilla;
llenas de amor y de amistad mil pancartas.
Corres veloz, y al viento cierzo apartas
en trance final, roja la mejilla.
Fiel vecino, mejor padre, gran esposo;
y de tus amistades, buen amigo.
Baño de lágrimas en tu memoria
que por tantos años vividos, gloso
sonetos de recuerdos, y mitigo
dolor y pena por José en la gloria.
C. García