Buena encomienda que les ofrecí a estos policías locales de Alcorcón que sin duda llevarían a Santiago, a no ser que perdieran el papel por el camino.
Anécdotas en mi labor casi periodística, a montones. A veces el detalle supera lo escrito. Aprendí que lo que alguien te niega, te lo dan en el pueblo siguiente. No en vano estamos en el juego de la oca. De pueblo en pueblo, de casilla en casilla. Librándonos del pozo, de la cárcel, de estar varias veces sin jugar... La vida misma es el juego de la oca. ¿No habéis oído algunas veces?
"Eres la oca en bicicleta".
Una vez durante mi estancia en la directiva del Apa "Río Urbel", pintamos el juego de la oca en el suelo, pero poco a poco se fue borrando con el agua, el sol, la nieve, el granizo y el hielo. Se acabó perdiendo pero nos hizo pasar a grandes y pequeños ratos muy buenos.
Y las mismas fiestas de los carnavales, se inauguraban allí. Los profesores de los pequeños les fabricaban los disfraces a los niños, salían con ellos por las calles del pueblo, y luego volvían a sus clases a tomarse un buen vaso de chocolate con bizcochos. Así ya tenían traje de carnaval para todas las fiestas. De una manera sencilla, incluso una vez, fueron lapiceros de colores con una bolsa de basura negra, obra de Amparo.
Está guapísima, ¿sabéis? la vi en el verano y fantástica. ¡Qué gran profesora y qué gran mujer!
Anécdotas en mi labor casi periodística, a montones. A veces el detalle supera lo escrito. Aprendí que lo que alguien te niega, te lo dan en el pueblo siguiente. No en vano estamos en el juego de la oca. De pueblo en pueblo, de casilla en casilla. Librándonos del pozo, de la cárcel, de estar varias veces sin jugar... La vida misma es el juego de la oca. ¿No habéis oído algunas veces?
"Eres la oca en bicicleta".
Una vez durante mi estancia en la directiva del Apa "Río Urbel", pintamos el juego de la oca en el suelo, pero poco a poco se fue borrando con el agua, el sol, la nieve, el granizo y el hielo. Se acabó perdiendo pero nos hizo pasar a grandes y pequeños ratos muy buenos.
Y las mismas fiestas de los carnavales, se inauguraban allí. Los profesores de los pequeños les fabricaban los disfraces a los niños, salían con ellos por las calles del pueblo, y luego volvían a sus clases a tomarse un buen vaso de chocolate con bizcochos. Así ya tenían traje de carnaval para todas las fiestas. De una manera sencilla, incluso una vez, fueron lapiceros de colores con una bolsa de basura negra, obra de Amparo.
Está guapísima, ¿sabéis? la vi en el verano y fantástica. ¡Qué gran profesora y qué gran mujer!