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TARDAJOS: Fernando:...

Fernando:

Ojalá todo lo que tenemos por aquí fuera igual que el agua. Que viene y se va; inunda las tierras y todo de forma puntual. Pero hay cosas que tienen efectos retroactivos, y lo malo es que te inunden los datos o incorrecciones de quienes tienen la sartén por el mango. Y si no la tienen, la blanquean mediante papeles y papeles de dudosa procedencia pero válidos para cargar las culpas sobre quienes, o no se pueden defender o no saben.

Menos mal que en situaciones así, me queda la poesía. Un poema que escribí una vez cuando un pueblo estaba con el agua al cuello y no precisamente, como las aguas del Urbel.

Y lo malo es que esto es una historia interminable. Una espiral de alguien que un día tiró una piedra y sus hondas no dejan de removerse continuamente hasta el infinito.
Esto del Urbel sería una bendición del cielo si no fuera por lo que nadie hizo bien nunca.

A mi me supera. Ahora mismo me siento igual de inundada que el Urbel. Pero daría gracias infinitas si este tipo de agua fuera de igual pureza.
¡Dios cuánto bodrio se ha acumulado en estas zonas!

Tendrías que haber visto ayer cuando fui al Arlanzón, lo cenegoso que estaba. En pleno enero, todavía olía mal. Había hojas del otoño en el suelo impreganadas de pecina.
Se suele decir que en la vida perecen los inocentes, ya que hay quien les pone la soga al cuello.

¿Verías lógico que te hiciesen pagar por el humo del cielo? ¿Por algo que no tiene ni cabeza ni pies? Pues hay veces que ocurre. Demasiadas veces.

No me considero nada afortunada porque lo único que puedo hacer es escribir poemas y por pura impotencia.

Un saludo