A la chica no volvió a vérsela nunca y el pastor fue condenado a 15 años de prisión. En la soledad de la cárcel, sin su gran amor y sin su compañero fiel, sólo pensaba en lo que había sucedido y si se merecía un castigo como aquel. ¿Qué mal había hecho? ¿A qué dioses había ofendido? Dedicaba todos los minutos del día a pensar en su desgracia y por las noches se consolaba hablando con su amiga Luna:
-Luna lumbrera, ¿qué delito he cometido? ¿acaso he hecho mal a alguien y no lo recuerdo?. No merezco esta vida, aunque fuera tampoco me espera una estancia feliz ahora que he perdido a la persona que más amaba en este mundo. Pero si no estuviera encerrado en estas cuatro lúgubres paredes recorrería el planeta entero si hiciera falta en busca de mi joven muchacha. Y tú podrías ayudarme porque desde ahí arriba tienes que verlo todo, ¿no es cierto?. Y aquella noche, ¿no viste a mi amiga? ¿y a mi lebrel?
-Querido pastor, te vigilaba a ti, no podía ocuparme de ella. Y siento lo de tu perro; parecía tener mucho aprecio por tu chica. De todas formas quizás se haya ido por su propia voluntad huyendo de la vida que tú le proponías...
- ¿Tratas de consolarme? Pues no lo sabes hacer...
-No, sólo trato de hacerte ver la realidad. Ella no te merecía. Y tampoco debes preocuparte por tu estancia en esta cárcel porque yo te visitaré todas las noches y charlaremos como en los viejos tiempos. Verás cómo dentro de poco vuelves a cantarme esas rondas tan bonitas y a preguntarme si te quiero... Y todo volverá a la normalidad...
-Luna lumbrera, ¿qué delito he cometido? ¿acaso he hecho mal a alguien y no lo recuerdo?. No merezco esta vida, aunque fuera tampoco me espera una estancia feliz ahora que he perdido a la persona que más amaba en este mundo. Pero si no estuviera encerrado en estas cuatro lúgubres paredes recorrería el planeta entero si hiciera falta en busca de mi joven muchacha. Y tú podrías ayudarme porque desde ahí arriba tienes que verlo todo, ¿no es cierto?. Y aquella noche, ¿no viste a mi amiga? ¿y a mi lebrel?
-Querido pastor, te vigilaba a ti, no podía ocuparme de ella. Y siento lo de tu perro; parecía tener mucho aprecio por tu chica. De todas formas quizás se haya ido por su propia voluntad huyendo de la vida que tú le proponías...
- ¿Tratas de consolarme? Pues no lo sabes hacer...
-No, sólo trato de hacerte ver la realidad. Ella no te merecía. Y tampoco debes preocuparte por tu estancia en esta cárcel porque yo te visitaré todas las noches y charlaremos como en los viejos tiempos. Verás cómo dentro de poco vuelves a cantarme esas rondas tan bonitas y a preguntarme si te quiero... Y todo volverá a la normalidad...