Miércoles 17 de noviembre de 2010
Isabel de Hungría / Roque González y Mártires rioplatenses
INICIO
Ap 4, 1-11: Santo es el Señor, soberano de todo; el que era y es y viene
Salmo 150: Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo
Lc 19, 11-28: A quien no tiene se le quitará aun lo que tiene
Jesús va de camino a Jerusalén, a la ciudad santa, donde tendrá lugar el acontecimiento central de la historia de la salvación: su muerte y su resurrección. Esta parábola que Jesús relata a sus seguidores tiene como fin tumbar las expectativas mesiánicas de los que esperaban la irrupción e instauración del reino de Dios por medio de la fuerza y del poder de las armas. Jesús enseña una esperanza distinta, la cual no viene de la fuerza humana, sino que es propia de la voluntad de Dios: la muerte y la resurrección de Jesús. Jesús es el Mesías esperado, es el prometido por Dios, pero no como rey destructor o continuador de un sistema religioso y político que genera muerte; Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, aquel hombre que con sus palabras y acciones salva a la humanidad, que con su entrega generosa y solidaria en la cruz otorga vida plena. La instauración del reino de Dios se inicia con la muerte y resurrección de Jesús y continúa con la entrega y el servicio generoso que cada uno de nosotros realiza, desde nuestras capacidades y dones, en favor de una nueva sociedad, fundamentada en los valores y principios del Evangelio.
Colaboracion Servicio Biblico Latinoamericano
Isabel de Hungría / Roque González y Mártires rioplatenses
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Ap 4, 1-11: Santo es el Señor, soberano de todo; el que era y es y viene
Salmo 150: Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo
Lc 19, 11-28: A quien no tiene se le quitará aun lo que tiene
Jesús va de camino a Jerusalén, a la ciudad santa, donde tendrá lugar el acontecimiento central de la historia de la salvación: su muerte y su resurrección. Esta parábola que Jesús relata a sus seguidores tiene como fin tumbar las expectativas mesiánicas de los que esperaban la irrupción e instauración del reino de Dios por medio de la fuerza y del poder de las armas. Jesús enseña una esperanza distinta, la cual no viene de la fuerza humana, sino que es propia de la voluntad de Dios: la muerte y la resurrección de Jesús. Jesús es el Mesías esperado, es el prometido por Dios, pero no como rey destructor o continuador de un sistema religioso y político que genera muerte; Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, aquel hombre que con sus palabras y acciones salva a la humanidad, que con su entrega generosa y solidaria en la cruz otorga vida plena. La instauración del reino de Dios se inicia con la muerte y resurrección de Jesús y continúa con la entrega y el servicio generoso que cada uno de nosotros realiza, desde nuestras capacidades y dones, en favor de una nueva sociedad, fundamentada en los valores y principios del Evangelio.
Colaboracion Servicio Biblico Latinoamericano