Los trigos,
columnas de
pan llevar, azulean; y las cebadas rojizas y doradas, se aprietan, e inclinan sus pesadas cabezas. El
agua cargada de nitrógeno ha hecho crecer las generosas espigas. Feraces y preñados están los glaucos y rubios
campos. El agua, el abono gratis, ha hecho el milagro. Las cosechadoras vomitarán de 5.000 a 8.000 kilos de grano por hectárea, en el trance de la siega. Muchos euros para los agricultores y, alegría en las
casas. Y todo, gracias a la bendita
lluvia que a veces arrasa
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