NAVA DE ROA: CUANDO LOS FRÍOS DE CASTILLA TE HACEN TEMBLAR,...

CUANDO LOS FRÍOS DE CASTILLA TE HACEN TEMBLAR,
Aquel año de mil novecientos sesenta y tres, en su invierno, el frío en la Ribera del Duero, se dejaba notar, y las heladas nocturnas eran terribles. Aunque aquel joven no le detenía nada, estaba tan enamorado de su novia, que los once kilómetros que separan dichas localidades, eran como si fuera un simple paseo en su bicicleta, todo parecía normal en aquella noche de invierno cerrado, aunque muy pronto en su camino empezaron los problemas, su rueda trasera se acababa de pinchar, y tuvo que apearse para continuar su camino, aquella estrecha carretera por donde iba andando, con la bici de la mano, pronto se volvió terrorífica, un brillo de luz en el suelo se divisaba en la distancia, el joven pensó, puede ser un cacho de hoguera, pero es raro, a estas horas nocturnas ver eso aquí en la cuneta de la carretera. Se fue acercando y cada paso que daba, el miedo le aumentaba, quería saber cuál era aquella luz brillante, hasta que estuvo como a unos diez metros, entonces comprobó, que era un artefacto por él nunca visto, y su esfera no dejaba de soltar luz, pensó que algún avión o quizá otro vehículo lo podía a ver perdido, intento pasar sin dejar de mirarlo, por el lado contrario donde se encontraba dicha luz, en aquel momento, una maquina voladora, sin saber de qué se trataba, le paso rozando la cabeza, y empezó a pensar en los extraterrestres, el miedo le acompañaba en aquella oscuridad, y hasta pensó dejar la bicicleta y salir corriendo campo a trabes, pero su sentido de la orientación, le hizo seguir el camino de siempre, eso sí mirando a todas partes, y con el corazón acelerado, sin darse cuenta que detrás de él, marchaban dos seres que tenían forma de hombres más altos y delgados, aunque sin el darse cuenta, de nuevo la nave volvió a pasar rozando su cabeza, y entonces sin pensarlo dos veces, empezó a correr en dirección a la derecha, hacia donde se encontraba una casa de campo en aquellos años habitada. Entonces noto como le perseguían dichos seres extraños, sin pensarlo se lanzo a correr, para tratar de no ser alcanzado, en aquellos momentos pensó de todo, su cerebro intentaba escoger un destino donde no fuere preso de dichos seres. Todo era difícil pero tuvo la suerte de entrar en terrenos de viñedos, donde los tallos aun sin ser podados, les hicieron a dichos seres perder tiempo y equilibrio, lo que al joven le solvento no caer en sus garras, con su esfuerzo consiguió llegar a las casa de campo, pero para su desgracia, estaba cerrada y sin habitantes, aunque él conocía su formato de distribución y apretando fuerte la parte trasera de la casa, consiguió entrar, y esconderse en la cámara o sobrado, donde había montones de heno, y entre ellos se escondió, sin darse cuenta que los seres extraños le seguían los pasos, se pasaron como dos horas sin moverse del lugar, y sintiendo como le buscaban en la parte de abajo de dicha casa. Él joven, estuvo allí casi toda la noche, el heno le daba el calor necesario, para no morir de frío, en aquella noche heladora, que la temperatura superaba los diez grados bajo cero. Cuando a la mañana decidió salir de su escondite, nadie podría imaginar la fatalidad de su viaje de regreso a su pueblo, sus padres andaban llamando por teléfono a la localidad de su novia, y nadie sabía que es lo que había pasado, al llegar a su casa, todo se le volvían preguntas, que él no sabía contestar, el miedo le había dejado medio tartamudo, y no era capaz de poder explicar la falta de su bicicleta, que algún familiar pensaba que la habría perdido o vendido. Pero la realidad superaba cualquier historia contada, sus familiares empezaron a dudar de dicha historia, las preguntas se quedaban entre visiones, solo comprobaron donde el joven decía a ver pasado la noche, en la casa de campo, entre el heno del sobrado o cámara, y empezaron a sentir el olor raro como de azufre o sulfato, pero no entendían nada de lo que él joven comentaba, las gentes del pueblo empezaron a criticarle, y llamarle miedoso, sin pasar a creer su mala aventura, de la que salió ileso pero con el miedo dentro del cuerpo, y sin poder explicar a su novia el domingo siguiente, lo que había vivido en aquella estrecha carretera. G X Cantalapiedra.