Yo era tan feo que, cuando nací, el médico preguntó donde estaba la cámara oculta. Era tan feo que, cuando nací, el doctor me tiró al aire y dijo: "si vuela es murciélago", y luego me tiró en el agua y dijo: "si nada, es cocodrilo". Era tan feo que cuando nací, el doctor me dio la cachetada en la cara. Luego fue a la sala de espera y le dijo a mi padre: "Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo", y en lugar de felicitar a mi papá, lo golpeó. Era tan feo, que mi madre, cuando nací, no sabía si había sido un mal parto o una buena cagada. Incluso, mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta. Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados. Era tan feo, que cuando nací no lloré yo ¡lloró el doctor, mi papá y mi mamá! Mi madre nunca me dió el pecho porque decía que sólo me quería como amigo, así que en vez de darme el pecho, me daba la espalda. Era tan feo que a los 3 meses aprendí a caminar, porque nadie me alzaba. Era tan feo que cuando era chico, me acariciaban con una rama. Era un niño tan feo, pero tan feo, que un día mi mamá me llevó de camping y en la noche, los coyotes prendieron fogatas para que no me acercara. Era tan feo que cuando jugaba al escondite nadie me buscaba. Nací tan feo que cuando era niño, por las noches, mi "angelito de la guarda" dormía en la habitación de al lado. Yo siempre fui muy peludo: a mi madre siempre le preguntaban: "Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?" Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venía cuando la compró. Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico