COMO ANTE EL NIÑO EN EL ESTABLO DE BELEN
Ante su sepulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus endechas. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, escribieron sus poemas a este amable trabajador madrileño, que no había hecho nada extraordinario ni espectacular en su vida. El historiador Gregorio de Argaiz le consagró un gran libro: "La soledad y el campo, laureados por San Isidro". Justo. Esa fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles despiadados del verano y estremecido por los hielos de los largos y crueles inviernos. El campo. El campo quedó para siempre iluminado, fogueado, y fecundado por su paciencia, por su inocencia, por su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.
Ante su sepulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus endechas. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, escribieron sus poemas a este amable trabajador madrileño, que no había hecho nada extraordinario ni espectacular en su vida. El historiador Gregorio de Argaiz le consagró un gran libro: "La soledad y el campo, laureados por San Isidro". Justo. Esa fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles despiadados del verano y estremecido por los hielos de los largos y crueles inviernos. El campo. El campo quedó para siempre iluminado, fogueado, y fecundado por su paciencia, por su inocencia, por su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.