El destino de las flores
La mano de un caballero,
de un caballero mundano,
cortó una orquídea preciada,
que en el tibio invernadero
del gran parque cortesano
creció cual niña mimada
La mano de un caballero,
de un caballero mundano,
cortó una orquídea preciada,
que en el tibio invernadero
del gran parque cortesano
creció cual niña mimada
Y la llevó a los salones
donde, entre danzas y gritos,
la tiestas mundana hervía
con todas las tentaciones
y todos los apetitos
que Satanás encendía
donde, entre danzas y gritos,
la tiestas mundana hervía
con todas las tentaciones
y todos los apetitos
que Satanás encendía
«! A la reina del placer»,
dijo el gentil caballero,
y ufano la flor le dio
a una elegante mujer
que con talante altanero
sobre el seno la prendió.
dijo el gentil caballero,
y ufano la flor le dio
a una elegante mujer
que con talante altanero
sobre el seno la prendió.
La ardiente atmósfera henchían
brillantes luces que herían
y aromas embriagadores,
y pláticas seductoras,
y cascadas de colores,
y músicas tentadoras
brillantes luces que herían
y aromas embriagadores,
y pláticas seductoras,
y cascadas de colores,
y músicas tentadoras
Y aquella flor delicada
sólo por brisas mecida
que ella de aromas empapó,
ahora danzaba asfixiada
por la atmósfera encendida
que su perfume sorbió
sólo por brisas mecida
que ella de aromas empapó,
ahora danzaba asfixiada
por la atmósfera encendida
que su perfume sorbió
Su muerte, ¡qué triste fué!
Ciega de rabia y despecho
por celos de no sé qué,
su altiva dueña, irritada,
se la arrancó de su pecho
y al suelo arrojóla airada
Ciega de rabia y despecho
por celos de no sé qué,
su altiva dueña, irritada,
se la arrancó de su pecho
y al suelo arrojóla airada
Y dos o tres caballeros
distraídos y altaneros
que platicando pasaron,
con sus pies la mancillaron,
y se alejaron ligeros
¡y muerta allí la dejaron
distraídos y altaneros
que platicando pasaron,
con sus pies la mancillaron,
y se alejaron ligeros
¡y muerta allí la dejaron
II
La mano de un caballero
de un caballero cristiano,
cortó en el huerto una rosa
y al templo fuese ligero,
llevando alegre en la mano
la flor fragante y hermosa.
«! A la Reina de los cielos!»,
dijo el hidalgo cristiano,
dechado de fé sencilla;
y ardiendo en santos anhelos,
la puso a los pies, ufano,
de la Reina sin mancilla.
La mano de un caballero
de un caballero cristiano,
cortó en el huerto una rosa
y al templo fuese ligero,
llevando alegre en la mano
la flor fragante y hermosa.
«! A la Reina de los cielos!»,
dijo el hidalgo cristiano,
dechado de fé sencilla;
y ardiendo en santos anhelos,
la puso a los pies, ufano,
de la Reina sin mancilla.
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