La primavera
Una alondra feliz del pardo suelo,
fue la primera en presentir al día,
y loca de alegría,
al cielo azul enderezando el vuelo,
contábaselo al campo, que aún dormía.
Celosa codorniz, madrugadora,
dijo tres veces que la bella aurora
se avecinaba con amable prisa:
del lado del Oriente
vino una fresca misteriosa brisa,
con las alas cargadas de relente,
y aun en sagrada oscuridad envueltas
las hojas de los árboles sonaron
dulcemente revueltas,
las mieses ondearon,
y de los senos de la tierra helada
surgió, vivificante,
el húmedo perfume penetrante
que solo sabe dar la madrugada.
¡Cuán bien se disponía
Naturaleza a recibir el día!
La línea pura del albor naciente,
vaga primicia grata
del de la luz fecundador tesoro,
primero fue de plata,
más tarde de oro,
después encendidísima escarlata,
roja amapola, y luego
cegador, chispeante, ardiente fuego.
En medio de la lumbre
que derretía el encendido Oriente,
sobre el perfil de la elevada cumbre,
el sol triunfante levantó la frente...
y a la puerta feliz de la alquería
asomó al mismo tiempo Ana María.
¡Gran Dios, bendito seas!
¡Qué soles, Dios de amor, qué soles creas!
Una alondra feliz del pardo suelo,
fue la primera en presentir al día,
y loca de alegría,
al cielo azul enderezando el vuelo,
contábaselo al campo, que aún dormía.
Celosa codorniz, madrugadora,
dijo tres veces que la bella aurora
se avecinaba con amable prisa:
del lado del Oriente
vino una fresca misteriosa brisa,
con las alas cargadas de relente,
y aun en sagrada oscuridad envueltas
las hojas de los árboles sonaron
dulcemente revueltas,
las mieses ondearon,
y de los senos de la tierra helada
surgió, vivificante,
el húmedo perfume penetrante
que solo sabe dar la madrugada.
¡Cuán bien se disponía
Naturaleza a recibir el día!
La línea pura del albor naciente,
vaga primicia grata
del de la luz fecundador tesoro,
primero fue de plata,
más tarde de oro,
después encendidísima escarlata,
roja amapola, y luego
cegador, chispeante, ardiente fuego.
En medio de la lumbre
que derretía el encendido Oriente,
sobre el perfil de la elevada cumbre,
el sol triunfante levantó la frente...
y a la puerta feliz de la alquería
asomó al mismo tiempo Ana María.
¡Gran Dios, bendito seas!
¡Qué soles, Dios de amor, qué soles creas!