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LA NUEZ DE ARRIBA: Fantasías de Almas Enamoradas...

Fantasías de Almas Enamoradas

de Walter Procopio

Editado en Argentina en 2004 todos los derechos reservados

La lluvia cae, a veces sin anunciarse siquiera. No mira a quien moja. Algunos la bendicen, otros se molestan.
Cae y no le importa la hora, ni quienes la reciben.
El amor, como la lluvia, enamora sin mirar a quienes toca.
A veces, enamora sólo a una mitad y la otra lo ignora. Aún así, es posible amar sin ser correspondido, porque saber que la persona amada existe -sólo eso- da esperanza, hace feliz.
Y en aquélla dimensión angelical en la que nunca llovía, dos almas se conectaron y -sin conocerse- conversaron largas horas, aunque el tiempo allí no se podía medir.
Su encuentro fue por casualidad.
Sus palabras no necesitaban sonidos. Sentían que hablaban un mismo idioma, que sus almas eran muy parecidas. Desearon verse. Pero en el lugar en el que ellos vivían, imperaba una ley. Esa ley sostenía que, si dos almas querían verse, sólo lo podían concretar encarnándose en cuerpos humanos, en el llamado planeta Tierra.
No era habitual que alguien decidiera hacerlo, implicaba altos riesgos: ya en la Tierra, adoptarían cuerpos que no elegirían, sino que les serían otorgados como vehículo material para poder relacionarse entre sí.
Las almas fantaseaban con ser el uno para el otro, y decidieron arriesgarse. Se encarnaron. No sintieron miedo, por el contrario, estaban felices.
Cuando se encontraron, los dos sintieron que se conocían desde siempre.
Ambos tenían una vida terrenal que les había sido dada junto con sus nuevos cuerpos. Tuvieron una larga conversación en la que se relataron que los dos tenían hijos. El estaba divorciado, ella separada –de hecho- de su esposo.
Pasaron mucho tiempo hablando acerca de la vida, los hijos, la familia, y sus ojos quedaron conectados largamente. Había en ellos un brillo que les hacía sentir la magia de que no se separarían jamás.
Esas almas tenían el don de adaptarse fácilmente a cualquier transformación. Ahora, en la Tierra, debían trabajar, cuidar hijos y permanecer en una vibración muy diferente.
Se olvidaron del mundo durante horas. Fueron cambiando el lugar de su encuentro, porque la noche avanzaba e iban cerrando los locales.
Ella se llamaba María, él Rol.