Raíz del cielo en la espiga y el trigo,
en el marco de enredaderas y palabras devoradas,
en el mundo abismal de follajes y anuncios a la medida en
las temporadas de oferta:
ídolos que arden por el fulgor del gas neón y manchan las
pasiones;
los añicos de los nombres en la semilla de la lengua de
cristal;
en las cosas que nos rodean,
ellos, los ídolos, despellejan cualquier intento honesto,
de nada sirven, dicen,
no seas ingenuo, exclaman;
ni las monedas pueden rescatarnos,
la mirada ya degolló a la mano y el cuchillo adelantó la
noche:
la ciudad va a la deriva en madrugadas con cabinas
telefónicas abandonadas,
el periódico en el alto de la jornada,
el hombre fosforescente de tanto ron y el grito:
estoy hasta el copete;
en el marco de enredaderas y palabras devoradas,
en el mundo abismal de follajes y anuncios a la medida en
las temporadas de oferta:
ídolos que arden por el fulgor del gas neón y manchan las
pasiones;
los añicos de los nombres en la semilla de la lengua de
cristal;
en las cosas que nos rodean,
ellos, los ídolos, despellejan cualquier intento honesto,
de nada sirven, dicen,
no seas ingenuo, exclaman;
ni las monedas pueden rescatarnos,
la mirada ya degolló a la mano y el cuchillo adelantó la
noche:
la ciudad va a la deriva en madrugadas con cabinas
telefónicas abandonadas,
el periódico en el alto de la jornada,
el hombre fosforescente de tanto ron y el grito:
estoy hasta el copete;