Yo misma me sorprendo, pero no es exagerar, la mujer es la más cercana colaboradora de Dios en la formación de las generaciones; porque es la mujer la que mece la cuna, la que alimenta y educa, la que produce hombres y mujeres para mañana.
Si ahora mi madre me preguntara de nuevo, y tú para qué quieres ser mujer?
Le respondería: deseo ser una verdadera mujer, para ser una bendición.
Y por fin, la vacación terminó, recuerdo que subimos al auto con nuestras bolsas de ropa y juguetes, me senté en el asiento trasero y miré hacia atrás, lentamente se perdió en la distancia la figura de aquella anciana dulce y sencilla que acarició mi frente de niña, y me llenó tantas veces de besos.
Si ahora mi madre me preguntara de nuevo, y tú para qué quieres ser mujer?
Le respondería: deseo ser una verdadera mujer, para ser una bendición.
Y por fin, la vacación terminó, recuerdo que subimos al auto con nuestras bolsas de ropa y juguetes, me senté en el asiento trasero y miré hacia atrás, lentamente se perdió en la distancia la figura de aquella anciana dulce y sencilla que acarició mi frente de niña, y me llenó tantas veces de besos.
Aquella es la misma figura que se yergue en mis recuerdos, la de una madre abnegada y valiente que sacó adelante en medio de la pobreza a 18 hijos, la de una esposa fiel y cariñosa que atendió y cuidó a su marido hasta que los separó la muerte, la de una salvadoreña honrada y trabajadora que se tragaba sus sufrimientos y sonreía en todo momento, que sabía regalar con generosidad y compartir, que sabía consolar y guardar silencio.