La inevitablemente blanca,
sabe su perfección. Bebe en la
fuente
y se bebe a sí misma y se adelgaza
cual un poco de brisa en una lente
que recoge el
paisaje.
Es una simpleza
cerca del
agua. Inclina la cabeza
con tal dulzura,
que la escritura desfallece
en una serie de sílabas maduras.