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LA NUEZ DE ARRIBA: Y al fin otra semilla ...

Parábola del sembrador

Yo, labrador, salí a sembrar el campo
una mañana de mi primavera,
cuando rompe la luz en alegrías,
las colinas verdean,
y el horizonte es línea
que uno intentara, como nueva cuerda,
añadir a la voz de esa guitarra
que en su recodo el corazón rasguea.
Colmaba mis alforjas la semilla,
con ansias de revuelo, como abejas
a punto de surgir, zumbido y nube,
tras la devastación de la colmena.

Lancé a voleo el grano,
esos deseos rojos en las venas,
la explosión contenida de los besos,
el alma rastreando cada grieta
de escapadas posibles,
la mente audaz, la voluntad sedienta.
Todo quebró sus puertas, sus amarras,
en busca de ancha, productiva tierra

Parte del grano descendió entre espinos;
creció, pero alcanzó muerte sangrienta,
desgarrado su tallo
por maquiavélicas agujas negras.
Aún quedan cicatrices en el alma,
y con dolor la mente lo recuerda.

Parte de la semilla
se perdió entre los huecos de las piedras,
su potencial de vida sofocado,
incapaz de contacto con la greda.
Muerta antes de nacer, árido golpe
de rechazo inicial, luz que se niega.

Otra parte cayó sobre el sendero
que serpea entre surcos y parcelas,
fue ultrajada por pies embrutecidos,
sustento de gorriones en hambrientas
bandadas circulares
que sobre el páramo se desenredan.
Ah, la bota en el vientre,
los picotazos, la actitud severa.

Y al fin otra semilla
llovió sobre la tierra
fecunda, acogedora,
donde la vida es júbilo y promesa.
Y esta producirá ciento por uno
cuando el verano llame a la cosecha
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Ah, tierra fértil, tierra venturosa,
cerrada a los demás, para mí abierta,
a tu surco se abraza mi simiente,
en él se arraiga y él de mí se puebla.
Olvidé los espinos,
el sendero olvidé, olvidé las piedras,
ya encaña el trigo, y oscilando al viento,
maduran las espigas. Andariega
de haciendas y caminos
quedó el alma cansada, y hoy se asienta ... (ver texto completo)