FILEMÓN Y BAUCIS
(Una historia de amor)
Zeus y Hermes descendieron desde el monte Olimpo a la tierra para comprobar la hospitalidad de los habitantes de Frigia. Llamaron a mil puertas pidiendo abrigo y descanso pero todas permanecieron cerradas. La única casa que los acogió fue la de Filemón y Baucis, una pareja de pobres ancianos que vivían en una pequeña y humilde choza de las colinas.
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(Una historia de amor)
Zeus y Hermes descendieron desde el monte Olimpo a la tierra para comprobar la hospitalidad de los habitantes de Frigia. Llamaron a mil puertas pidiendo abrigo y descanso pero todas permanecieron cerradas. La única casa que los acogió fue la de Filemón y Baucis, una pareja de pobres ancianos que vivían en una pequeña y humilde choza de las colinas.
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El anciano Filemón les invitó a sentarse en un banco de madera sobre el que su esposa había colocado una manta. Baucis removió las brasas de la chimenea para reavivar el fuego, lo alimentó con hojarasca y cortezas secas, y con su débil soplo de anciana hizo renacer de nuevo las llamas. En un pequeño caldero preparó una humilde pero sabrosa comida para sus huéspedes con un repollo, que su esposo había recogido aquella misma tarde del huerto, y una loncha de lomo de cerdo ahumado, que tenían colgado de una viga. Ofrecieron a los viajeros una cubeta de madera de haya con agua tibia para que pudieran descansar y calentarse los pies.
Baucis limpió la mesa con verdes hojas de menta y sirvió aceitunas, verdes y negras, cerezas maceradas en vino, endibias, rábanos, cuajada, huevos y un buen vino. El guiso de repollo estaba exquisito y fue muy alabado por todos los comensales. Los postres consistieron en nueces, higos secos, dátiles, ciruelas, manzanas aromáticas, uvas y un reluciente panal de miel que colocaron en el centro de la mesa. La generosidad y hospitalidad de los dos ancianos les había hecho ofrecer a sus huéspedes todo lo que tenían y, siempre, mostrando un rostro afable y sonriente.
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