Horacio, Oda XIV, Libro II
Cuando vuelvas, ya no estarán aquí;
serán otros los que pinten los postes,
los que abracen a las muchachas rubias
y regalen mecheros automáticos;
habrá cambiado la moda su color:
los zapatos morados envejecen
sobre sus plataformas,
sobre su tiempo corto en menosprecio.
Hoy he querido dilatar la noche
para oír la música del clavicordio,
que llegaba tenue desde la ausencia;
alguien supo sacar la melodía,
guardada tras el umbral del tiempo.
Las muchachas se fueron;
en su bolsa de paja
guardaban un casete.
El autobús arrastró las sonrisas.
Un aire fresco me hizo preguntar:
¿estará aquí la verdadera melodía?
Cuando vuelvas, ya no estarán aquí;
serán otros los que pinten los postes,
los que abracen a las muchachas rubias
y regalen mecheros automáticos;
habrá cambiado la moda su color:
los zapatos morados envejecen
sobre sus plataformas,
sobre su tiempo corto en menosprecio.
Hoy he querido dilatar la noche
para oír la música del clavicordio,
que llegaba tenue desde la ausencia;
alguien supo sacar la melodía,
guardada tras el umbral del tiempo.
Las muchachas se fueron;
en su bolsa de paja
guardaban un casete.
El autobús arrastró las sonrisas.
Un aire fresco me hizo preguntar:
¿estará aquí la verdadera melodía?