EL ARMIÑO
Por
Leonardo da Vinci
En un verde sendero de la montaña estaba comiendo un zorro, cuando pasó junto a él un armiño.
- ¿Gustas? - dijo el zorro, que ya estaba satisfecho.
- Gracias, pero ya he comido -replicó el armiño.
Al zorro le dio mucha risa.
- ¡ja! ja! Vosotros, los armiños, sois los animales más comedidos
del mundo Coméis una sola vez al día y preferís ayunar antes
que mancharon vuestros blancos vestidos.
En aquel momento llegaron los cazadores. Como un rayo, el zorro se refugió bajo tierra. Menos rápido que aquél, el armiño corrió hacia su madriguera.
Pero el sol había fundido la nieve, y la madriguera estaba inundada. Titubeó el armiño, poco deseoso de ensuciarse con el fango, y se detuvo.
Los cazadores le eligieron por blanco y sonaron los disparos.
Los hay que, como el armiño, prefieren la muerte a la pérdida de su pureza.
Por
Leonardo da Vinci
En un verde sendero de la montaña estaba comiendo un zorro, cuando pasó junto a él un armiño.
- ¿Gustas? - dijo el zorro, que ya estaba satisfecho.
- Gracias, pero ya he comido -replicó el armiño.
Al zorro le dio mucha risa.
- ¡ja! ja! Vosotros, los armiños, sois los animales más comedidos
del mundo Coméis una sola vez al día y preferís ayunar antes
que mancharon vuestros blancos vestidos.
En aquel momento llegaron los cazadores. Como un rayo, el zorro se refugió bajo tierra. Menos rápido que aquél, el armiño corrió hacia su madriguera.
Pero el sol había fundido la nieve, y la madriguera estaba inundada. Titubeó el armiño, poco deseoso de ensuciarse con el fango, y se detuvo.
Los cazadores le eligieron por blanco y sonaron los disparos.
Los hay que, como el armiño, prefieren la muerte a la pérdida de su pureza.