LA NUEZ DE ARRIBA: LA MUJER Y LOS RATONES ...

LA MUJER Y LOS RATONES
(Shuar, Ecuador)

Cuentan que, hace mucho tiempo, las mujeres no tenían a sus hijos del mismo modo que ahora. Concebían normalmente pero, llegado el momento del parto, sus maridos tenían que abrirles el vientre para que la criatura pudiera nacer. Porque, dicen los ancianos, en aquellos días las mujeres no sabían dar a luz. Siempre había que abrirles el vientre, y jamás vivían para conocer a sus hijos.
Un día una de aquellas mujeres quedó encinta. Pasó el tiempo y, cuando ya el parto estaba próximo, su marido le dijo:
--- Yo voy a reunir leña. Tú ve a nuestra huerta, pues se acerca el momento en que tenga que abrirte el vientre para que nazca nuestro hijo.
Muy afligida, la esposa fue hasta la huerta para probar los primeros frutos de la cosecha, como es costumbre que hagan las mujeres. Mientras probaba los los frutos nuevos, la mujer lloraba sin tregua. Y así estaba, llorando desconsoladamente, cuando apareció ante ella una familia de ratones. Las hembras de los ratones, que cargaban a sus hijos recién nacidos, se acercaron a la mujer, que gemía en medio de su huerto.
--- ¿Por qué lloras mujer?---le preguntó una ratona.
---Lloro---respondió ella---, porque ha llegado la hora de que nazca mi hijo, y mi marido me va a abrir el vientre. He venido aquí por última vez---añadió---, para probar los frutos nuevos de la huerta.
--- ¿Y por qué habría de destriparte tu marido?---insistió la ratona, intrigada.
---Entre los seres humanos---explicó la mujer---es, lo que se hace cada vez que una mujer ha de tener un hijo, ¡no hay más remedio!
--- ¡A nosotras nunca nos sucede eso!---replicó la ratona, muy sorprendida---. Nosotras alumbramos a nuestros hijos y, pese a ser tan pequeñas, ninguna muere al dar a luz.
La mujer miró con sorpresa a los ratoncitos.
--- ¿Alumbrar? ¿Qué es eso?---preguntó.
---Mira a mis hijas---dijo la ratona---. Aunque sean tan pequeñas han tenido todas esas criaturas que ves. Mucho les ha dolido tenerlos, pero después han sanado otra vez. Escúchame atentamente, ¡yo te diré cómo has de alumbrar a tu hijo!
--- ¿De veras?---preguntó la mujer. esperanzada.
--- ¡Sí!---dijo, la ratona, muy decidida---. Sólo te pido una cosa a cambio: que me entregues una parte de la cosecha. Si lo haces, te enseñaré a dar a luz.
La mujer estuvo de acuerdo, y dijo a la ratona que podía llevarse una parte de la cosecha. Muy contentos, los ratones se dispersaron por la huerta, y tomaron la parte de la cosecha que la mujer les había dado. Entonces volvió a presentarse la madre ratona ante la mujer.
---Danos todavía un poco más---imploró---, pues las cestas de mis hijas están aún vacías.
La mujer entregó más frutos a la ratona, y cuando ella y toda su familia tuvieron llenas las cestas, le dijeron a la mujer.
--- ¡Muy bien, ahora siéntate!
Las ratonas lavaron con agua caliente a la mujer, para librarla del mal de ojo pues, como todo el mundo sabe, una mujer encinta no debe ser vista por extraños. Después, enseñaron a su amiga cómo debe darse a luz, y de ese modo siguen haciéndolo las mujeres de nuestro pueblo. Y la mujer dio a luz. Las ratonas cortaron entonces el cordón umbilical del niño y, tras lavar a la criatura, se le entregaron a la madre.
---Vuelve ahora a tu casa---le ordenaron---. Acuéstate junto al fuego y aliméntate bien. Verás como tus pechos se llenan de leche. Con esa leche alimentarás a tu hijo.
Y la mujer dándole las gracias a sus bienhechoras, regresó a casa. Su marido se sorprendió mucho al verla con el niño.
--- ¿Cómo es posible?---le preguntó---. ¿Qué has hecho para tener a nuestro hijo?
---Han sido los ratones, los ratones me enseñaron a dar a luz. Los que nosotros perseguimos como si fueran animales porque comen los frutos de nuestras huertas son en realidad como personas. Ellos me ayudaron a tener al niño, y ahora se han ganado el derecho a una parte de lo que cultivamos.
Así que, desde entonces, las mujeres aprendieron a alumbrar a sus hijos. Por eso, desde ese día, los shuar no matan a los ratones que invaden sus huertas. Al haber enseñado a las mujeres el secreto del parto, esos animalitos se ganaron su parte de la cosecha.

Los shuar, también conocidos como jíbaros, viven en pequeños grupos en la selva amazónica ecuatoriana, donde se dedican a cazar y a cultivar la tierra.

AGUAMARINA
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola Luis una bonita historia y muy interesante
Disfrute un monton gracias
Un saludo