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LA NUEZ DE ARRIBA: La música del violín se eleva fastuosa y el aire parece...

EL DIÁLOGO DEL VIONILISTA

Vestido con un elegante traje de chaqué e iluminado por una suave luz que parece emanar de él, camina con paso firme hacia su silla. El público espera silencioso y expectante; el hombre toma entre sus manos el preciado instrumento y en un momento, comienza con infinito amor, a tocar.

Una sombra cubre sus ojos aumentando la sensación de irrealidad; la coordinación entre músico e instrumento es tan fuerte que por momentos la unión es perfecta. Sólo un cuerpo; mitad vida, mitad embrujo.

La música del violín se eleva fastuosa y el aire parece estremecerse por un segundo, mientras busca acoplarse a la melodía. Un sonido envolvente, casi hipnótico se escurre hacia las butacas de las primeras filas. La melodía se vuelve dulce, tormentosa, alegre, triste, embriagadora... a medida que la magia de los pentagramas se descubre. El alma del violinista se descarga como una lluvia de reflejos por las finas y tensas cuerdas y atraviesa cual saeta las otras almas que escuchan subyugadas, despojadas en cada acorde, con la más perfecta de las técnicas. Los balanceos de la música se convierten en razones de vida y amores perdidos, en melancólicos llantos y abrasadores odios, en circunstancias infantiles y en motivos hallados, en recuerdos pasados e imágenes eventuales.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
La alabada pareja concentra todo su ímpetu en el vaivén de quimeras surrealistas. El futuro deja de ser incierto y la muerte una amenaza, las palabras cogen todo su significado, y las promesas se cumplen, los poetas vuelven de la muerte y en el lienzo, es posible al fin, el atardecer perfecto.

El tiempo detiene su eterna marcha, acalla los tic-tac de los relojes, pierde unos segundos, y alarga otros, suspira por la vida que se escapa, se evade, desaparece, con suavidad, con lentitud, con armonía.