Era tan bajo, tan bajo, que en
Semana Santa pasaba por debajo de la cama vestido de penitente.
Era tan bajo, tan bajo, que cuando escupía tenía que subirse a una silla para no ahogarse.
Era tan bajo, tan bajo, que las uñas de los pies le servían de visera.
Era tan bajo, tan bajo, que se sentaba en un duro y le sobraban cuatro pesetas.
Era un bebé tan feo, tan feo, que su madre en lugar de darle el pecho le daba la espalda.
... (ver texto completo)