Y alzas alegre el rostro desmayado,
hermosa flor, a su llegada atenta:
que tras ella tu amante, coronado
de abrasadoras llamas se presenta.
Cubre su luz los montes y llanuras;
la tierra en torno que tu cerca inflama;
mírasle fija; y de su rayo apuras
el encendido fuego que derrama.
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Tú le viste esconderse lentamente,
y la tierra de
sombras inundarse.—
Una vez y otra brilló en Oriente,
y una vez y otra vez volvió a ocultarse.
Al peso de las horas agobiada,
por las ardientes
siestas consumida,
presto sin vida, seca y deshojada
caerás deshecha, en polvo convertida.
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