El
agua, salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. Una tarde pasó una lancha muy blanca y dejó caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió y lo leyó: "Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. parece que te has cansado de ser agua, yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me
bautizó en el Jordan, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tu preparas el
camino del fuego. Mi Espíritu no baja a nadie
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