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LA NUEZ DE ARRIBA (Burgos)

rio urbel (nº 2)
Foto enviada por Victoria Serna,

Esta es la increíble historia de un niño muy singular. Siempre quería aquello que no tenía: los juguetes de sus compañeros, la ropa de sus primos, los libros de sus papás... y llegó a ser tan envidioso, que hasta los pelos de su cabeza eran envidiosos. Un día resultó que uno de los pelos de la coronilla despertó de color verde, y los demás pelos, al verlo tan especial, sintieron tanta envidia que todos ellos terminaron de color verde. Al día siguiente, uno de los pelos de la frente se manchó de azul, ... (ver texto completo)
Ese año en el colegio del barrio había nuevo profesor de matemáticas, y también unos cuantos niños nuevos. Y uno de estos niños nuevos era de lo más bruto que había visto nadie. Daba igual lo rápido o despacio que le explicasen las cosas de números, siempre terminaba diciendo alguna barbaridad: que si 2 y 2 son cinco, que si 7 por 3 eran 27, que si un triángulo tenía 30 ángulos...
Así que lo que antes era una de las clases más odiadas y aburridas, se terminó convirtiendo en una de las más divertidas. ... (ver texto completo)
Martín era un niño que ya se había hecho tan mayor, que aquel cumpleaños su padre le regaló un libro ¡sin dibujos! El pobre niño quedó un poco decepcionado, pero al notarlo su padre le dijo:

- Este no es un libro cualquiera hijo, es un libro mágico. Pero para descubrir su magia, tendrás que leerlo.

Eso estaba mejor, porque a Martín le gustaban todas las cosas mágicas, así que empezó a leer el libro, aunque no tenía muchas ganas. A la mañana siguiente, su padre le preguntó:

- ¿has encontrado ya la llave mágica?

¡Así que tenía una llave!. Martín corrió a hojear el libro buscándola, pero no había ni rastro. Volvió muy contrariado, pero su padre le advirtió:

- Así no la encontrarás. Tienes que leer el libro.

Pero Martín no tuvo mucha paciencia, y dejó de leer, pensando que su padre le había engañado para hacerle leer un poco más, como le había estado diciendo el profesor.
Poco después, su hermana Ángela, sólo un poco menor que él, le pidió el libro para tratar de leerlo ella. Tras varios días esforzándose por leerlo sin demasiado resultado, apareció en el salón gritando loca de contenta:

- ¡La he encontrado, he encontrado la llave del libro mágico! -y entonces no paró de hablar de los mundos y lugares que había visitado con aquella llave.

Aquello terminó por convencer a Martín para volver a leer el libro. Al principio era un rollo, ni un triste dibujo, pero poco a poco la historia se fue animando, empezó a interesarse por la vida de aquel príncipe aventurero, y cuando quiso darse cuenta, allí estaba. Era el propio libro el que tenía a sus ojos forma de llave, y era verdad que en cuanto lo abría, se sentía transportado a los valles y mares del libro, y vivía las aventuras de sus piratas, príncipes y hechiceros como si fuera él mismo. Y su cabeza y sus sueños se llanaban de aventuras a la primera oportunidad.

Pero lo más especial de aquella historia, fue que a partir de entonces, en cada nuevo libro veía una nueva llave a mil mundos y aventuras, y ya nunca dejó de viajar y viajar a través de las letras y las palabras.

Autor.. Pedro Pablo Sacristan ... (ver texto completo)
Había una vez una espada preciosa. Pertenecía a un gran rey, y desde siempre había estado en palacio, partipando en sus entrenamientos y exhibiciones, enormemente orgullosa. Hasta que un día, una gran discusión entre su majestad y el rey del país vecino, terminó con ambos reinos declarándose la guerra.
La espada estaba emocionada con su primera participación en una batalla de verdad. Demostraría a todos lo valiente y especial que era, y ganaría una gran fama. Así estuvo imaginándose vencedora de ... (ver texto completo)
La envidia es una declaración de inferioridad.
Mucho más que los intereses es el orgullo quien nos divide.
El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.
Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno.
Uno no se hace grande más que midiendo la pequeñez de su dolor.
El que se pierde es el que encuentra las nuevas sendas.
La mayor desgracia es merecer la desgracia.
Cuando ofendes, haces daño y te dañas, cuando contestas una ofensa.
EL CAPELLÁN Y EL PALOMINO
Cuento popular recogido por Juan de Timoneda (S. XVI) en su libro «Sobremesa y alivio de caminantes» (Cuento LXXII)

Francisco J. Briz Hidalgo

Un capellán estaba comiendo en la posada de una aldea un palomino asado cuando entró un caminante y pidió al posadero que le diese algo de comer.
El posadero le contestó que lo único que le quedaba era un palomino y ya se lo había preparado al capellán.
Entonces el caminante rogó al capellán que compartiese con él la comida ... (ver texto completo)
LOS TRES PEREZOSOS
(Cuento popular de exageraciones)

Francisco J. Briz Hidalgo

Érase una vez un padre que tenía tres hijos muy perezosos. Se puso enfermo y mandó llamar al notario para hacer testamento:
- Señor notario -le dijo- lo único que tengo es un burro y quisiera que fuera para el más perezoso de mis hijos.
Al poco tiempo el hombre murió y el notario viendo que pasaban los días sin que ninguno de los hijos le preguntara por el testamento, los mandó llamar para decirles:
- Sabéis que vuestro padre hizo testamento poco antes de morir. ¿Es que no tenéis ninguna curiosidad por saber lo que os ha dejado?
El notario leyó el testamento y a continuación les explicó:
- Ahora tengo que saber cual de los tres es el más perezoso.
Y dirigiéndose al hermano mayor le dijo:
- Empieza tú a darme pruebas de tu pereza.
- Yo, -contestó el mayor- no tengo ganas de contar nada.
- ¡Habla y rápido! si no quieres que te meta en la cárcel.
- Una vez -explicó el mayor- se me metió una brasa ardiendo dentro del zapato y aunque me estaba quemando me dio mucha pereza moverme, menos mal que unos amigos se dieron cuenta y la apagaron.
- Sí que eres perezoso -dijo el notario- yo habría dejado que te quemaras para saber cuánto tiempo aguantabas la brasa dentro del zapato.
A continuación se volvió al segundo hermano:
- Es tu turno cuéntanos algo.
- ¿A mí también me meterá en la cárcel si no hablo?
- Puedes estar seguro.
- Una vez me caí al mar y, aunque sé nadar, me entró tal pereza que no tenía ganas de mover los brazos ni las piernas. Menos mal que un barco de pescadores me recogió cuando ya estaba a punto de ahogarme.
- Otro perezoso -dijo el notario- yo te habría dejado en el agua hasta que hubieras hecho algún esfuerzo para salvarte.
Por último se dirigió al más pequeño de los tres hermanos:
- Te toca hablar, a ver qué pruebas nos das de tu pereza.
- Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo no tengo ninguna gana de hablar.
Y exclamó el notario:
- Para ti es el burro porque no hay duda que tú eres el más perezoso de los tres.

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