El actual cimborrio de la
catedral de
Burgos se construyó siguiendo el modelo de aquella estructura
gótica que se había desplomado previamente, si bien adaptándola, en cierta manera, a las modas imperantes en el momento. Así, los primitivos diseños del siglo XV serían actualizados mediante múltiples licencias o guiños hacia el nuevo lenguaje clasicista.
Además, toda la estructura fue ornamentada, tanto en el interior como en el exterior, mediante un conjunto de
esculturas e imágenes destinadas a deslumbrar al espectador, pero también a comunicar varios
mensajes.
En primer lugar, debe señalarse que todo el cimborrio fue cerrado mediante luminosas
vidrieras que fueron encomendadas al maestro Juan de Arce en 1547. En ellas se mostraban los
escudos del cabildo de Burgos, pero también los de la
familia Álvarez de
Toledo. Y es que, no en vano, el cardenal Juan Álvarez de Toledo había sido el obispo al frente de la diócesis durante los diez primeros años de reconstrucción de la estructura.
El resto del interior del cimborrio fue ornamentado esculpiendo grandes escudos de la ciudad de Burgos, del emperador Carlos V y del mismo cardenal Álvarez de Toledo. En otras palabras, podría decirse que la cara interna del
edificio estaba destinada a reivindicar la memoria de los protectores y responsables del levantamiento de la magna obra.
La decoración exterior del cimborrio, sin embargo, parece que pudo ser concebida con un sentido bien distinto. En su parte más baja se colocaron arcángeles de
piedra, aquellas figuras a las que la
tradición atribuía la condición de guerreros para la defensa de los fieles. Sobre estos, en un nivel superior, se esculpieron también varios
santos protectores, además de algunos antiguos reyes de
Castilla y León que portan visiblemente sus espadas.