Muy bueno es cuando por la
noche le mangábamos a Gerardo los pinchos y ni se enteraba debido al cebollón que llevaba. Me parto acordándome de una noche en septiembre que dejamos Navalperal y todo el
camino hasta la Ducal sin una puñetera
señal incluyendo el horario de misas, vaya rebote pillaron los del
pueblo.
La barbiturica.