Para Luis Sánches Ortega
desde San Pedro de Mérida
con el afecto y la amistad
desde Cantabria
BALADA CORDOBESA
Si obtiene la tierra mora.
La paz de sus tierras altas.
Como tiene su arrogancia.
Con ayuda de sus manos.
Dejará andar sus palabras.
Si en el Harén se ilumina.
Como con los suris habla.
Y en su caballo revuelve.
Su cuerpo como su lanza.
Y en sombra de Minarete.
Tienes en jugar a espada.
Y como en danza moruna.
Con la cimitarra ensartas.
Tan ágil sois en la guerra.
Como en rondar las plazas.
Y como en feria te aplicas.
Te empleas en las batallas.
Sí como galán compuesto.
Explotas la radiante malla.
Escuchando a la trompeta.
Y el tono de una zampoña.
Sí a modo de tus deleites.
Sonríes garboso, sin ganas.
Y en combate al enemigo.
Le humillas y descabalgas.
Si repruebas en su ausencia.
Como en presencia le alabas.
Brinca a ver si les defiendes.
Como en los zocos les alzas.
Sin en canonjías ostensibles.
Estará el que hoy te aguarda.
Comprueba que tus fraternos.
Como al Visir tú no engañas.
Que los clementes islámicos.
No se esconden entre damas.
Ni ofenden con expresiones.
En donde se silencia el habla.
Cuando combaten las manos.
Traspasando sangre y ansias.
Demuestra aquí tus alfanjes.
Que presencia corta y rasga.
El que en tiempos del Visir.
Con mucha obediencia calla.
Esta esquela de un creyente.
Envuelta en nocturna sabía.
En donde escribe mi pluma.
Los papeles siempre rasgan.
Y ordena a su esclavo viejo.
¡Marcha a la Mezquita alta!
Y en silencio al moro dile.
Que estudie atento la carta.
Y apúntale que le aguardo.
En los arcos de la entrada.
De Córdoba efigie antigua.
De Alá la Sura y su gracia.
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El hombre de la rosa.
desde San Pedro de Mérida
con el afecto y la amistad
desde Cantabria
BALADA CORDOBESA
Si obtiene la tierra mora.
La paz de sus tierras altas.
Como tiene su arrogancia.
Con ayuda de sus manos.
Dejará andar sus palabras.
Si en el Harén se ilumina.
Como con los suris habla.
Y en su caballo revuelve.
Su cuerpo como su lanza.
Y en sombra de Minarete.
Tienes en jugar a espada.
Y como en danza moruna.
Con la cimitarra ensartas.
Tan ágil sois en la guerra.
Como en rondar las plazas.
Y como en feria te aplicas.
Te empleas en las batallas.
Sí como galán compuesto.
Explotas la radiante malla.
Escuchando a la trompeta.
Y el tono de una zampoña.
Sí a modo de tus deleites.
Sonríes garboso, sin ganas.
Y en combate al enemigo.
Le humillas y descabalgas.
Si repruebas en su ausencia.
Como en presencia le alabas.
Brinca a ver si les defiendes.
Como en los zocos les alzas.
Sin en canonjías ostensibles.
Estará el que hoy te aguarda.
Comprueba que tus fraternos.
Como al Visir tú no engañas.
Que los clementes islámicos.
No se esconden entre damas.
Ni ofenden con expresiones.
En donde se silencia el habla.
Cuando combaten las manos.
Traspasando sangre y ansias.
Demuestra aquí tus alfanjes.
Que presencia corta y rasga.
El que en tiempos del Visir.
Con mucha obediencia calla.
Esta esquela de un creyente.
Envuelta en nocturna sabía.
En donde escribe mi pluma.
Los papeles siempre rasgan.
Y ordena a su esclavo viejo.
¡Marcha a la Mezquita alta!
Y en silencio al moro dile.
Que estudie atento la carta.
Y apúntale que le aguardo.
En los arcos de la entrada.
De Córdoba efigie antigua.
De Alá la Sura y su gracia.
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El hombre de la rosa.