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NARROS DEL CASTILLO: Señor, sí lloro,...

Señor, sí lloro,
es porque vos no veis y yo estoy viendo
que Dios, que de piedad es un tesoro,
á vos me guía por su propia mano,
porque guíe desde hoy vuestro destino
porque os recuerde yo que el ser humano
tiene su origen en el Ser divino.
Avergüénceos, pues, vuestra locura;
los ojos levantad al Dios que dijo:
«Venid á mí en las horas de amargura;
padre, os perdono en nombre de mi hijo»
Necesitáis trabajo y ejercicio;
las fieras de las selvas nos convidan
á sacudir de la pereza el vicio,
y así echaréis las sombras que se anidan,
de la inercia á favor, en vuestro juicio.
¿Recordáis que sois rey? He aquí un vasallo.
¿Que sois harto infeliz? He aquí un amigo.
¿Cenobita os hacéis? Como batallo,
rezo; mandad, llorad, orad conmigo,
pronto á partir con vos la vida me hallo;
tendréis en mí un esclavo, don Rodrigo;
de cuanto vuestro fué, yo solo os quedo,
mas aun sois para mí rey de Toledo.
Mientras que viva yo, vuestra ventura
seguirá, atado siempre á vuestra huella;
si os condena la suerte á vida obscura,
no ha de faltaros, pese á vuestra estrella,
ni un vasallo que os cave sepultura,
ni un amigo leal que os llore en ella;
y siempre queda mundo, don Rodrigo,
al que le queda Dios y un buen amigo.