ESPERANDO EL ULTIMO TREN DE LA VIDA.
Sin vías, ni máquina que echara humo, aquella joven mujer se la paso su tiempo esperando, cada nuevo día soñaba con encontrar su amor de hombre, Más el tren de la felicidad parecía no tener estación en su tierra, y esta mujer que de joven era bastante bonita, empezó a sentir el paso de los años, tuvo algún hombre que se acerco a ella, incluso la pidieron relaciones, más su tren de vida no era el de ninguna persona humilde, y a todos los trenes que pasaron por cerca de su vida, les dejó marchar sin añorar nada de su pasado, sus amigas se fueron casando, algunas con personas que no tenían demasiada cultura, más parece ser que fueron felices, y esta mujer no quería dar su brazo a torcer, seguía visitando la iglesia, y los domingos tomando su vermut en la Plaza de su Villa, mientras añoraba que llegara su príncipe azul, fueron pasando los años, y al sentirse con arrugas en su piel, se daba cuenta que era imposible lograr su objetivo, ya nadie la veía tan guapa, ni les parecía tan esbelta, su don de gentes se quedaba en su habitación, sus padres se marcharon de este mundo, y ella seguía viviendo de las rentas y propiedades que la dejaron sus mayores, La edad no la dejaba en casa metida, seguía siendo la PENELOPE de aquella población, donde nunca pasó el tren, y para esta mujer aún menos, dicen las personas de su edad que esperaba a un hombre que fuera bien parecido, educado y con dinero, más todo aquello se quedó en vía muerta, y al final de su vida seguía saliendo de casa con una amiga suya viuda, que de vez en cuando la contaba lo feliz que fue en su matrimonio, y esta mujer siempre ponía pegas, aunque de poco la sirviera, Una noche de diciembre de esas de niebla cerrada, y algún grado bajo cero, una pulmonía se la llevaba de este mundo, era la eterna soltera, soñadora de una vida de selección imposible, de no querer vivir dignamente con un hombre que la hubiera hecho feliz, aunque sus pensamientos eran muy difíciles de cumplir.
G X Cantalapiedra.
Sin vías, ni máquina que echara humo, aquella joven mujer se la paso su tiempo esperando, cada nuevo día soñaba con encontrar su amor de hombre, Más el tren de la felicidad parecía no tener estación en su tierra, y esta mujer que de joven era bastante bonita, empezó a sentir el paso de los años, tuvo algún hombre que se acerco a ella, incluso la pidieron relaciones, más su tren de vida no era el de ninguna persona humilde, y a todos los trenes que pasaron por cerca de su vida, les dejó marchar sin añorar nada de su pasado, sus amigas se fueron casando, algunas con personas que no tenían demasiada cultura, más parece ser que fueron felices, y esta mujer no quería dar su brazo a torcer, seguía visitando la iglesia, y los domingos tomando su vermut en la Plaza de su Villa, mientras añoraba que llegara su príncipe azul, fueron pasando los años, y al sentirse con arrugas en su piel, se daba cuenta que era imposible lograr su objetivo, ya nadie la veía tan guapa, ni les parecía tan esbelta, su don de gentes se quedaba en su habitación, sus padres se marcharon de este mundo, y ella seguía viviendo de las rentas y propiedades que la dejaron sus mayores, La edad no la dejaba en casa metida, seguía siendo la PENELOPE de aquella población, donde nunca pasó el tren, y para esta mujer aún menos, dicen las personas de su edad que esperaba a un hombre que fuera bien parecido, educado y con dinero, más todo aquello se quedó en vía muerta, y al final de su vida seguía saliendo de casa con una amiga suya viuda, que de vez en cuando la contaba lo feliz que fue en su matrimonio, y esta mujer siempre ponía pegas, aunque de poco la sirviera, Una noche de diciembre de esas de niebla cerrada, y algún grado bajo cero, una pulmonía se la llevaba de este mundo, era la eterna soltera, soñadora de una vida de selección imposible, de no querer vivir dignamente con un hombre que la hubiera hecho feliz, aunque sus pensamientos eran muy difíciles de cumplir.
G X Cantalapiedra.