Salgo de mi barrio y busco el Norte; me oriento con lo que se ve al otro lado del Valle; bajo por un camino teniendo que saltar una valla que no acierto comprender para qué sirve y veo unas magníficas instalaciones deportivas, nuevas, pero vacias, ni hay camping ni hay barra, pero como acabo de inciar mi viaje, bajo hasta la carretera y paso por debado de la via donde hay un paso; y me encuentro con un espacio detrás que fue un monasterio de Franciscanos; ruina total, también vacio y desmoronado; subo el cerro y veo planicie, con valles que se suceden, hasta llegar a Aranjuez. Miro atrás y me pregunto: teniendo esos sitios y habiendo tanta pobreza ¿porque no se usan?. Tengo la respuesta pero no me digo nada; no necesito saberlo. Y en llegando al límite del término, hallase el comienzo de Ontígola; unos toros bravos me miran pero ni me temen ni les temo; paso entre ellos, les saludo y ellos mugen con respeto. Voy desnudo y esa es la causa; no llevo ni espada ni capote; sus cuernos no son armas agresivas sino defensan, por eso no nos tememos.
(continuará)
(continuará)
