Había una vez, en un pueblo, un ser tan vanidoso que, cuando se inauguraba algo, se lo apuntaba para él. Se miraba todos los días al espejo y se sonreia a si mismo, con una sonrisa real, de las de verdad, no como las que le echaban por la calle. Una vez se enteró de que en su "amado" pueblo, querían abrir un centro de especialidades médicas, pero él no quería que lo hicieran, pues las competencias sanitarias eran de "otros" y estos se apuntarían el tanto, por lo que dijo que no disponían de terrenos locales para tal fin. Cuando el alcalde vecino ofreció un terreno para ello, el ser vanidoso vió las orejas al lobo y se echó para atrás. Rectificó y buscó un terreno para cederlo. Luego acusó y acusó al vecino alcalde de querer apropiarse de lo que le concedían, y se dedicó a decir que EL y solo el era el que había conseguido todo para el pueblo. Los alcaldes de la comarca (a quien daría servicio el centro) no habían echo nada, no habían removido con sus "contactos" para que el proyecto saliera adelante. Al poco tiempo este ser cedió el pueblo a los trols del ladrillo y se lo comieron (al pueblo no a él). AMEN.