.A veces cogiamos un trozo de corcho y lo arrojábamos al
agua como si de un
barco se tratara, cuando el corcho se empapaba daba la sensación de que se iba al fondo, entonces nosotros gritábamos a la vez, que se hunde, que se hunde.
Una de tantas veces que lo habíamos hecho, nuestros padres nos sintieron gritar desde la
casa y pensando que alguno de los dos se había caído al
pozo corrían de tal manera que no les llegaba la ropa al cuerpo.
A partir de ese día ya no nos dejaron acercar más al pozo.
... (ver texto completo)