Lo duro no es asumir el tiempo que se ha vivido, si se ha vivido bien. Los niños están ágiles, no se mojan porque apenas hay agua. No suben a la caracola porque nadie se preocupa por arreglarla. No se esconden en los árboles porque ya no los hay, al menos los que había. Al progreso no le es rentable abrir o haber dejado abierta una estación como la nuestra y como ocurrió con otras tantas en España. Al progreso le interesa que los niños y no tan niños hagan botellón en las plazas (así no piensan en mojarse las zapatillas), a desafiar a las autoridades a ver quien tiene más “agallas” (asi no se esconden detras de los árboles).